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Una imagen vale por mil palabras: el caos en el redondel de la plaza Artigas refleja sin atenuantes los problemas del tránsito quiteño. Los venezolanos pidiendo caridad con sus hijos en las esquinas son la constatación de que no hay política de Estado ni conciencia de un problema humanitario que solo se irá agravando.
La absolución de la excanciller María Fernanda Espinosa en el juicio político sustanciado en la Asamblea desnudó sin ambages el pecado original del gobierno de Lenín Moreno. Entre esos dos mundos que se chocan y se juntan hay personajes bisagra, y uno de ellos es Espinosa. Su conocimiento desde adentro, y no solo sobre el vergonzoso proceso de nacionalización de Julian Assange, es su salvoconducto para caminar con los ojos cerrados por el laberinto.
Es la serpiente mordiéndose la cola. Todos queremos actividades humanas con el menor impacto posible sobre una naturaleza que se destruye a pasos agigantados. Pero el propio desarrollo tecnológico que permite avizorar un futuro mejor -incluidos los autos eléctricos- basa sus fuentes energéticas en la minería, y el solo desecho de las baterías es un dolor de cabeza.
El círculo alrededor de Julian Assange se aprieta. Se lo fue cerrando él mismo desde el momento en que decidió que era un dios y, como tal, estaba más allá del bien y del mal. Pero el Robin Hood de la información -tomar los secretos y compartirlos a nombre de la ‘transparencia’- mostró sus lados oscuros a la vuelta de la esquina.
Después del gusto viene el susto. Si bien el Alcalde y la Prefecta se cuentan entre quienes prefirieron disfrutar de sus ceremonias de posesión y olvidarse por un momento de las flaquezas fiscales, las nuevas autoridades tienen grandes desafíos, entre ellos, las competencias que deben asumir con recursos limitados.
No, uno de los principales problemas de Quito no es la inseguridad, que en algunos barrios provoca marchas y obliga a que los vecinos se organicen, o que simplemente se refleja en un lapidario ‘ladrón cogido, ladrón quemado’, que muestra la impotencia y la deshumanización. Es la absoluta falta de empatía del quiteño, su poco sentido de convivencia.
Detrás de los errores y las rectificaciones del Gobierno hay un patrón común: en la mayoría de casos se trata de temas difíciles de anunciar por sus consecuencias políticas y falta coordinación interna pero, sobre todo, suficiente entereza para asumir los costos.
Una de las banderas que se ha levantado en estos días para criticar el fin del asilo de Julian Assange, decidido por el presidente Lenín Moreno, es la de la libertad de expresión.
Los resultados del domingo no terminan de ser analizados por sus numerosísimos actores y es temprano para hablar de su incidencia en las próximas presidenciales. Pero los grandes jugadores ya hacen planes para llegar a Carondelet, quién sabe en qué condiciones económicas.
Las elecciones seccionales más tumultuosas del mundo muestran casos increíbles como aquel de los 20 candidatos para la prefectura de una provincia con algo más de 250 000 electores (la novel Santa Elena). O los 22 candidatos para la alcaldía de un cantón con un poco más de 90 000 electores (el vecino Rumiñahui).
Para reparar el proyecto Carrizal-Chone, que estaba funcionando solo al 60% antes de que el terremoto del 2016 dañara su tubería, se necesitarán más de USD 17 millones. El paro programado de la Refinería de Esmeraldas costará USD 130 millones, además de los USD 2 300 millones que costó su fallida rehabilitación.
De blanco y delgado, nada que ver con la imagen que arrastraba cuando cantó con el ex presidente Correa y recibió un homenaje en Carondelet hace tres años, Miguel Bosé participó el viernes en el concierto en Cúcuta para que el Gobierno venezolano, en pleno resquebrajamiento, deje entrar la ayuda humanitaria.
Si quieren inquietar a un ecuatoriano medio, háblenle de correísmo o anticorreísmo y de dolarización o desdolarización. Los gobernantes lo saben bien y aprovechan el resultado de esas pulsiones -sobre todo de la primera-, pero evidentemente todo tiene sus límites. Llega un momento en que es inevitable dejar de hablar del otro y hablar de uno mismo.
¿A qué brillante estratega se le ocurrió, como parte de los anuncios para tapar una catarata de problemas, lanzar la noticia de que el Gobierno avanza en la lucha contra la corrupción al hacer acuerdos con supuestos testaferros de exfuncionarios?
Las luces de la pirotecnia para despedir el año viejo iluminaron durante dos horas la noche despejada de Manta, que poco a poco fue llenándose de humo. Algo parecido sucedió en otras ciudades como Guayaquil y Quito y en balnearios y valles donde la clase acomodada opta por la pirotecnia china. Los gobernantes de antes y ahora no están solos en sus preferencias.
El gradualismo no mata pero puede mantenernos en estado de hibernación; los ajustes violentos propician la supervivencia del más fuerte. Ninguno de los dos es bueno en sí mismo si no está acompañado de acciones que generen confianza y del compromiso de los líderes y de los empresarios. Eso aún está por verse.
Más de 47 000 postulantes correrán por 5 670 dignidades seccionales en las elecciones de marzo. Entre quienes probarán suerte hay asambleístas que buscan prolongar su vida política en sus jurisdicciones; también, esposas e hijos de líderes locales que no pueden optar por la reelección, y más de un cacique dispuesto a dar un nuevo camisetazo.
marauz@elcomercio.org Hacen mal en preocuparse demasiado quienes interpretan como un duro revés para la administración de justicia el hecho de que la Interpol no haya incluido en su lista de difusión roja al expresidente Correa, como lo pidió el magistrado que lleva la investigación del caso Balda. En la práctica, es difícil que un político entre en esa lista. Incluso hay empresarios sobre quienes pesan procesos judiciales que no han sido incluidos. Los 14 ecuatorianos que aparecen en el sistema son buscados por delitos como el asesinato y el homicidio, la posesión ilegal de armas, el narcotráfico y el robo. Hay que esperar con santa paciencia lo que dictamine la justicia sobre la supuesta participación del expresidente en el secuestro de Fernando Balda en Bogotá. También hay que ver qué camino sigue la indagación sobre la muerte del general Gabela por sus denuncias sobre la compra de los helicópteros Dhruv. Aparentemente, tampoco había que preocuparse de que la fiscal General encargad
El presidente Moreno sigue buscando un discurso político que cuadre mejor con su gestión. El viernes en Manta, horas antes de reunirse con un Gabinete que ha tenido dos ajustes en 18 meses, tendió ‘la mano derecha para los que quieren producir’. Dentro de esta imagen usada por una línea del socialismo, la mano izquierda es la que hace inversión social.
marauz@elcomercio.org No sé en qué anduve pensando ni entiendo cómo no se me ocurrió antes: propongo que todos los dueños de autos privados cerremos las vías del país para demandar la libre circulación a cualquier velocidad y que no haya controles. Tenemos las de ganar, pues no somos tan machos pero en este caso sí somos muchos, muchos más que la clase del volante. De hecho, bastaría que algunos de nosotros nos pusiéramos de acuerdo para cerrar todas las vías y obligar a unas asustadas y politizadas autoridades a recibirnos para ‘dialogar’. Podríamos pedir lo que se nos antojara. ¿A qué velocidad quiere ir usted? A mí me gustaría que quiten los radares para no tomarme la molestia de dispararles o de reducir la velocidad, que no haya esas odiosas revisiones técnicas jamás, que no se cobren matrículas ni multas, que los agentes no fastidien y que podamos agredirlos cada vez que se nos venga en gana. Ah, y que perder los puntos de la licencia de conducir no signifique nada. Es posible que