La absolución de la excanciller María Fernanda Espinosa en el juicio político sustanciado en la Asamblea desnudó sin ambages el pecado original del gobierno de Lenín Moreno. Entre esos dos mundos que se chocan y se juntan hay personajes bisagra, y uno de ellos es Espinosa. Su conocimiento desde adentro, y no solo sobre el vergonzoso proceso de nacionalización de Julian Assange, es su salvoconducto para caminar con los ojos cerrados por el laberinto.
Además, ella goza de otro privilegio que ha resultado tanto o más poderoso en este que en otros gobiernos a la hora de la verdad: es amiga, es persona de confianza. Moreno ha tomado o ha dejado de tomar muchas decisiones importantes en función de su amigómetro. Viejos conocidos, hijos de amigos, amigos de amigos, son mayoría abrumadora.
Pero esta fotografía del juicio político coincide con un momento de notable debilidad política del Gobierno. Y lo que durante dos años podía pasar como una anécdota -el deseo expreso de no hacer mayoría en la Asamblea- en este momento se vuelve crítico, frente a una agenda de reformas urgentes. Hay independencia de funciones, sí, pero quien maneja la relación con la Legislatura debiera exhibir unos resultados menos pobres.
Y si bien era poco lo que se podía hacer frente al error inicial de haber mantenido vigente un Consejo de Participación Ciudadana que hoy amenaza con echar por tierra lo logrado en materia de reinstitucionalización sin necesidad de ir a una Constituyente, en ese plano también la gestión deja que desear.
Para completar el panorama de debilidad política, hay que decir con claridad que, con todo lo buena que resulta la invitación al diálogo y a los acuerdos mínimos, lo que se ve hasta ahora es la instalación de mesas sin mayor contenido, orden ni profundidad, lo cual pudiera terminar -nada será más grato que estar equivocado- en una gran decepción.
Tanto en el frente político como en el de seguridad -lo que ocurre en el sistema carcelario es pavoroso- el panorama es desalentador. No alcanza con lanzar teorías de la conspiración ni ponerse de víctimas. Hay que dar resultados frente a los mandantes.
Puede ser enriquecedor contar con opiniones distintas dentro de un gobierno, pero igual que cuando se trata de cruzar el río, de subir una montaña, de ganar un torneo, es casi obsceno, políticamente hablando, tener en el equipo de confianza frentes con intereses propios que van más allá de una transición política, y sobre todo económica, eficiente.
Si sus encargados siguen en sus devaneos, la política real empezará a resolverse ya no en el Ejecutivo y el Legislativo sino en el Consejo de Participación Ciudadana y en la Corte Constitucional. Pírrico triunfo de quienes creyeron que todo era soplar y hacer botellas frente a un presidente que se mueve más por la filiación que por los resultados.