Trágicamente, las muertes reportadas por el COE son sólo una fracción de las defunciones por la pandemia. Para el miércoles pasado (22 de abril), el número de muertes por covid bien puede haber estado sobre las 10.800 y no en las 1.500 que daban las otras fuentes oficiales.
Hay que subir impuestos. Suena contra intuitivo proponer algo así en plena crisis, pero un aumento de impuestos (pueden ser dos puntos del IVA), le produciría más beneficios que daños al país.
Con todo lo que está ocurriendo en el país y en el mundo, hay un hecho económico importante que pasó bastante desapercibido: el Ecuador está, desde el martes en una especie de moratoria anunciada, estamos en un período de 30 días en los cuales no hemos entrado en ‘default’, pero estamos dejando claro que tenemos la intención de hacerlo.
Hacer un ajuste fiscal en este país es difícil. No es imposible, siempre será mejorable, pero es bien, bien complicado.
Siempre es bueno tener claras las cifras de lo que fue la gran farra que vivió el Ecuador entre 2007 y 2014. Y de cuánto nos ha costado, desde 2015, pagar esa farra. Desgraciadamente, si bien se puede calcular esos valores, todavía no podemos saber ni cuánto queda por pagar ni a quién le podremos pasar la cuenta.
Para el Ecuador sería extraordinario tener un Tratado de Libre Comercio, TLC, con los Estados Unidos. Ese país es el socio comercial ideal por el tipo de cosas que compra y por los volúmenes en que lo hace. El problema es que negociar ese TLC va a ser tremendamente difícil por la resistencia interna, tanto de la izquierda miope como de los empresarios rentistas del país.
La deflación es una caída de los precios. Pero como muchas cosas relacionadas con las ciencias sociales (y la economía es una de ellas), hasta una definición tan sencilla como esa puede estar sujeta a interpretación. Este artículo argumentará que, mírese como se mire, el Ecuador está viviendo una deflación. Quedando eso claro, lo siguiente es ver las ventajas y desventajas que eso implica.
El acuerdo con el Fondo Monetario contiene el compromiso del gobierno ecuatoriano de aumentar sus depósitos en el Banco Central. El gobierno está cumpliendo esa parte del acuerdo y eso es algo muy bueno. Complejo de explicar, pero muy bueno.
Tener un alto riesgo país es un grave problema para el Ecuador, sobre todo porque eso explica las altas tasas de interés que pagan quienes tienen deudas en el país. Bajar ese riesgo debería ser una prioridad nacional.
Es trágico, pero ese pequeñísimo aumento de 6 dólares en el salario básico fue demasiado para la economía. Tenemos una economía tan, pero tan “aproblemada” que ese aumento, equivalente al 1,5%, fue más de lo que se podía aguantar.
La existencia de un sistema jurídico paralelo a la justicia común, como se pretende que funcione la justicia indígena, es algo que, contra toda expectativa sí puede funcionar. Eso ocurrió con la sharía en Grecia, por casi un siglo. Pero sólo logró funcionar porque las condiciones eran muy distintas a las nuestras, a pesar de lo cual se la derogó porque violaba los derechos humanos.
Triplíquele la dieta a una persona normal y verá cómo le destroza su metabolismo. Triplíquele el gasto público a un país y verá cómo destroza su economía.
Bob Marley fue el mayor exponente del reggae, un género musical originario de Jamaica. Y ese país acaba de culminar un programa de ajuste con el Fondo Monetario Internacional. Parecería ser que la clave de ese éxito fue la madurez del pueblo jamaiquino que dio por válida la máxima de que “parte de ser adulto es pagar sus propias cuentas”.
La situación económica actual es comparable a la que vivimos entre 1981 y 2000, en las tristemente célebres “dos décadas perdidas”. Lo que por ahora podría llamarse la “crisis post-boom”, es un período de ajuste luego de una bonanza desperdiciada. En eso, es idéntico a las décadas perdidas.
Aumentar el precio de los combustibles es un tema complejo, tanto que el mismo Fondo Monetario nunca lo vio como una medida prioritaria para el Ecuador. Y la experiencia de primera mano de la anterior directora del FMI explica por qué son tan renuentes a recomendar medidas de ese estilo.
Una columna de opinión debería ser un frío análisis de la realidad, que presenta una idea y la sustenta con argumentos. Esta columna no va a ser así, porque la estoy escribiendo desde la profunda indignación de ver a mi amigo Freddy Paredes inconsciente, en el piso y sangrando por la nuca.
La dolarización es un sistema monetario muy resistente. En el caso ecuatoriano, sobrevivió hasta a los instintos destructivos del anterior gobierno. Pero la dolarización no es indestructible; sólo es cuestión de conseguirse al gobernante adecuado para acabar con ella. Y esto debería ser una advertencia de lo importante que es cuidar al sistema que tanta estabilidad nos ha dado.
La inflación anual de julio fue de 0,7%. Bajísima desde cualquier punto de vista, incluso para el Ecuador dolarizado e incluso en el mundo de bajas inflaciones en que vivimos hoy. Pero la inflación de agosto fue todavía más baja (0,3%) y todo indica que la de septiembre será todavía menor. ¿Qué pasa?
Cómo quisiéramos que hubiera alguien que pudiera, con una frase, reactivar la economía del país. Porque si eso no ocurre, nos vamos a quedar con una economía que, si bien está lejos del colapso al que nos estaba llevando el correísmo, tampoco logra despegar y difícilmente va a crecer en este año, el próximo y el subsiguiente.
El mundo no se limita a lo racional y los seres humanos no somos tan racionales como creemos. Muchas de las sonrisas de este mundo se explican por cosas difícilmente sistematizables, organizables o abstraíbles y más bien vienen de lo subconsciente, de lo inconsciente o de alguno de esos mundos que sólo los psicólogos más arriesgados se atreven a nombrar.