Para el Ecuador sería extraordinario tener un Tratado de Libre Comercio, TLC, con los Estados Unidos. Ese país es el socio comercial ideal por el tipo de cosas que compra y por los volúmenes en que lo hace. El problema es que negociar ese TLC va a ser tremendamente difícil por la resistencia interna, tanto de la izquierda miope como de los empresarios rentistas del país.
Los EE.UU. tienen la economía más grande del planeta y son el mayor importador. Por lo tanto, son los que más bienes y servicios compran al resto del mundo. En los volúmenes de importación, nadie les iguala.
Por otro lado, son, en general, deficitarios en aquello que el Ecuador es superavitario. En otras palabras, necesitan aquellas cosas que nos sobran a nosotros, desde el banano hasta ciertas manufacturas sencillas. Por otro lado, ellos producen cosas que nosotros necesitamos (somos deficitarios en lo que ellos son superavitarios).
Adicionalmente, es relativamente fácil que nuestros productos lleguen a los EE.UU., porque sus puertos y aeropuertos son el principal destino de los barcos y aviones que salen del Ecuador. Otra ventaja es que con ese país no existe riesgo cambiario pues, al tener la misma moneda no hay devaluación que complique la vida a los exportadores.
La negociación del tratado debería ser rápida porque no hay mucho que negociar. El TLC con los EE.UU. va a ser muy parecido a lo que ya está firmado por ese país con Colombia, Perú, México y Canada. Será, casi, un contrato de adhesión, un “tómelo o déjelo” al que ojalá lo tomemos porque es conveniente para el país.
Pero no todo es color de rosa. Porque ese tratado debe generar algún nivel mínimo de aceptación en el país y tiene que ser aprobado por nuestro parlamento. Y ambas cosas van a ser difíciles.
Porque es sorprendente que los clásicos opositores al libre comercio no hayan ya salido a manifestarse en contra de este TLC con los absurdos, pero difundidos, mitos de que “los gringos nos van a quitar el agua” o van a contaminar el ambiente si llegamos a firmar este TLC. Habría que preguntarse si en Colombia o Perú pasó algo así desde que firmaron su tratado hace casi 15 años.
Lo que sí les pasó a nuestros vecinos es que tuvieron una década y media de acceso privilegiado al mayor mercado del mundo y fueron ganándonos espacio al Ecuador, porque sus productos pagan menos aranceles que nosotros y así se venden más baratos en el mercado norteamericano.
Y luego, para un Gobierno que no logra pasar por el parlamento una ley medianamente complicada, la probabilidad de que se apruebe un tratado como este es, por decirlo cautelosamente, “impredecible”. Ojalá el país abra los ojos y el gobierno se ponga las pilas. Hoy, producir es la prioridad número uno.