Hay que subir impuestos. Suena contra intuitivo proponer algo así en plena crisis, pero un aumento de impuestos (pueden ser dos puntos del IVA), le produciría más beneficios que daños al país.
Toda la teoría dice que una recesión no es el momento para subir impuestos, porque eso sería una política ‘pro cíclica’, es decir, empujaría a la economía con más fuerza en la dirección en la que ya está caminando (hacia abajo).
El problema es que nuestro país, y peor aún el Ecuador actual, no se comporta como dicen las teorías de los libros. Es por eso que los dogmáticos siempre se equivocan, justamente, porque están convencidos de teorías tan cautivadoras como distantes de la realidad ecuatoriana.
Trágicamente, el Ecuador no ahorró en las épocas de vacas gordas y más bien se gastó hasta el último centavo de ahorros y se endeudó fuertemente. Eso también fue una política pro cíclica porque recalentó una economía que ya estaba sobrecalentada, pero el hecho final es que ahora, cuando más lo necesitamos, no tenemos ni ahorros ni capacidad de endeudarnos.
Por lo tanto, la única fuente medianamente relevante de recursos a la que podemos recurrir son los organismos multilaterales, o sea, el Fondo Monetario, el Banco Mundial, el BID, la CAF, el FLAR, etc. Esa es la esquina en la que nos arrinconó el dispendio de la década farreada.
Sólo ellos nos pueden dar algo de recursos como para cubrir los gastos más urgentes de salud y como para tener algún espacio para poder proteger los empleos y las empresas durante la tremenda recesión que se nos viene.
Todos esos multilaterales están conscientes de los problemas que enfrenta nuestra economía, de manera que van a estar relativamente flexibles al momento de concedernos esos préstamos que tan desesperadamente necesitamos. Pero tampoco nos van a regalar la plata.
Ellos esperan ver algún sacrificio de parte del país para prestarnos esos recursos que vienen de los impuestos de los ciudadanos de esos países que fondean a esas instituciones. En otras palabras, para prestarnos plata que viene de los impuestos que pagaron otros, esperan ver que paguemos algo más de impuestos.
De esa manera el impulso recesivo de subir impuestos debería ser más que compensado por el gasto adicional financiado con los recursos adicionales que le llegarían al país. Por un lado, la economía se frenaría por las contribuciones adicionales al Gobierno, pero también habría bastante más gasto público gracias a los préstamos de emergencia que podríamos recibir si transmitimos que compartimos el sacrificio.
Y decir “todo menos subir impuestos” termina siendo una actitud dogmática, electorera y dañina para el país.