La semana anterior hemos escuchado evaluaciones de los resultados electorales desde todas las perspectivas. Los políticos se declaran todos ganadores, unos porque tienen más alcaldes, otros, prefectos, otros porque superaron los resultados de la elección anterior; todos encuentran algún motivo para proclamarse ganadores. Ningún partido ha ganado, todos son provincianos.
Pensar distinto es un estado mental. Pero no me refiero a llevar siempre la contraria, o ser el díscolo que todo lo cuestiona. Me refiero a la capacidad de ver las oportunidades dentro de una crisis, ofrecer de manera constructiva visiones distintas de un problema de tal manera de crear opciones creativas cuando buscamos perspectivas “fuera de la caja”, o criterios frescos para viejos problemas.
Con las primeras clarinadas de la mañana sonaron, durante 45 ensordecedores días, las ruidosas y confusas cuñas y arengas de campaña.
Con la sorpresa de los primeros resultados de las elecciones se dijo: “Ganó el correísmo, que vuelve a ser la fuerza determinante del país”, “El PSC triunfó en las urnas y Nebot será presidente en 2021”, “Fulano quedó como cadáver político”.
En el proceso de transición de la dictadura a la democracia, el Tribunal Supremo Electoral presidido por el doctor Rafael Arízaga cumplía consignas emanadas de las autoridades nacionales para evitar el triunfo de unos y permitir el de otros. A este Tribunal se le conoció como el de la “Mano negra”, apelativo que inmortalizó al doctor Arízaga como un maniobrero, con calidad impropia de dirigir un organismo cuyo único fin es organizar el proceso de elecciones y garantizar que respondan a la voluntad mayoritaria de los votantes.
¿Ustedes no sienten que la actualidad les ha sacado la mugre? Yo me siento como si un bus me hubiese pasado por encima, uno de esos de Quito, que no respetan paradas, que no tienen ninguna consideración sobre la cantidad de gente que pueden llevar, los límites de velocidad, las normas de tránsito; uno de esos me pasó por encima y me saco la turbo bati mega mugre.
Una amable matrona me preguntó hace algún tiempo cómo podía saber si una novela de moda es una gran obra literaria. Adoptando el tono que solemos usar para decir lo obvio, traté de salir de una conversación tan baladí respondiendo que se trata de la calidad; pero la amable matrona me preguntó enseguida qué es la calidad, y me sentí forzado a admitir que las preguntas más serias son precisamente las preguntas ingenuas, esas que fundaron la filosofía, por ejemplo, o las preguntas kantianas también, y sobre todo las increíbles preguntas de los niños... y las amables matronas.
Es lamentable pero evidente que el domingo pasado predominó la obligación de votar, más que el derecho de hacerlo en una competencia ideológica o política; pero, fue una oportunidad para las sorpresas. Un extraño síntoma para el futuro político del país que se acostumbra, cada vez más, a la incertidumbre.
Probablemente, los resultados electorales y las especulaciones consiguientes empañarán los temas de fondo, o al menos, dilatarán las reflexiones sobre la ciudad, que son ciertamente urgentes. La pregunta es ¿quién piensa a la ciudad, quien trabaja sistemáticamente por un proyecto que rebase la coyuntura? No conozco que alguien se ocupe de semejantes temas, puedo estar equivocado, pero me temo que los asuntos de fondo o se tocan superficialmente, o quedan siempre condicionados al cálculo que imponen los afanes de llegar al poder municipal. Me atrevo ahora a sugerir algunos asuntos, muchos de los cuales son “políticamente incorrectos”, es decir, de ellos o no se debe hablar, o se debe tratarlos “soto voce”, al disimulo y en puntillas.
Sorprendentes y gratificantes resultados arrojan la elecciones seccionales del Azuay. Mientras los supuestos “ganadores” combatían entre sí con una campaña sucia y “empapeladora”, un candidato de aparentemente baja posibilidad, generaba un discurso sencillo y directo por la defensa del agua que apelaría finalmente a buena parte del 44% de la población menor de 35 años; millenials conectados a las redes con una capacidad de discernir sobre los problemas más acuciantes del planeta que heredan. Y por supuesto a otros pobladores de avanzada o que se verían directamente afectados por la minería metálica del alto impacto ambiental.
No olvidaré aquel día de 1965 cuando en la Place de la Republique, en París, siendo yo un estudiante de Letras e Historia del Arte, fui parte de una eufórica multitud que escuchaba y aclamaba al General Charles De Gaulle quien, en esos días, buscaba la reelección como presidente de Francia. De elevada estatura, corpulento y enhiesto, de nariz prominente y avizorante mirada, el General hablaba desde un podio improvisado. Verlo, desde un extremo de la plaza, me pareció unintemporal moáis, gigantes de granito que desde una colina vigilan las costas de la isla de Pascua.
Este año se cumplen 40 años del retorno a la democracia. En 1979 nuestro país fue uno de los primeros de América Latina en dejar atrás los regímenes militares. Aunque desde esa fecha hemos sido testigos de una infinidad de cambios en lo jurídico, político e institucional, me rehúso a afirmar que la democracia en el país se ha consolidado.
Se supone que debe ser así: La voz del pueblo es como que sea la voz de Dios. Eso requeriría una democracia no distorsionada y electores realmente informados. En los sufragios del 24 de marzo del 2019, desde el entorno en que se convocaron, hasta en su realización, vivimos experiencias contrarias.
Quienes consideraron que por el solo hecho que hace dos años hubo un cambió de la persona a cargo de la administración pública habíamos abandonado el populismo recalcitrante, estaban totalmente equivocados. Basta mirar lo que sucede en toda la Región. La representante del gobierno más corrupto de la historia en tierras patagónicas tiene una intención de voto para las elecciones de octubre que alcanza el 30%. El dictador de Caracas que en forma eficiente terminó la tarea del golpista Chávez, pauperizando esa nación, aún posee un respaldo que no desciende del 20% de la población. Lula, con traje de presidiario, aún mantiene un enorme apoyo. Sin duda, si pudiera participar en elecciones, tal vez ganaría. Ese fenómeno, que tampoco es exclusivo de tierras suramericanas, se reproduce entre nosotros y el último proceso eleccionario lo ha confirmado. Esto no quiere decir necesariamente que por sí solo el populismo pueda volver al poder, pero tiene una base sólida que les alcanza para ocupar es
El primer perdedor, la ciudadanía, que debió escoger entre más de 80 mil candidatos, algunos con ofertas estrafalarias, como aquella de no cobrar el agua potable ni los impuestos municipales por tres años. La más ridícula elección: escoger 7 ciudadanos entre candidatos al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, divididos por sexo y por minorías. Un verdadero galimatías para el ciudadano medio, que ni identificaba al organismo, ni conocía sus atribuciones y responsabilidades y peor aún sabía como escoger entre personajes a quienes no se les permitió ninguna presentación personal. El nervioso caudillo refugiado en Bélgica, creador y beneficiario del Cpccs, que pretende volver a destrozar el país, ordenaba a sus seguidores, por quienes votar.
Julio César Trujillo cumplirá con su palabra de iniciar la recolección de firmas para que se convoque a consulta popular a fin de eliminar el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (Cpccs).
El acuerdo firmado por Ecuador con el FMI difiere con los anteriores de manera importante. En primer lugar, es un acuerdo de tres años, no uno, por la necesidad de reformas estructurales. Ecuador, en la última década, descuidó el control de la inflación, y como está dolarizado, no puede devaluar. El Fondo estima que los precios ecuatorianos están 31% por encima de lo que deberían. Por ello Ecuador exporta poco e importa mucho. El programa tiene que incluir medidas que reduzcan esa brecha de costos con nuestros competidores. Tarea difícil porque las monedas de nuestros vecinos tienden a devaluarse. Este es el problema que toma más tiempo en resolver, y es por eso que para los próximos cinco años no se prevé que el país retome un fuerte crecimiento.
Paralelamente al proceso de corrección gradual de los desequilibrios macroeconómicos, de la mano del FMI, el Ecuador debe emplear sus energías en la generación de empleos formales y adecuados creando nuevas producciones exportables y mediante una explosión del turismo, ya que el tamaño del mercado interno se congelará por los efectos del ajuste económico. De lo contrario, este gobierno nos habrá endeudado en USD 10 277 millones más sin disminuir el desempleo que es el factor esencial del desarrollo humano, pues la simple entrega de bonos es una caridad insuficiente.
Europa está asustada. (Los ecuatorianos también, pero como hay veda electoral no se puede nombrar a los cucos que nos amenazan). Muchos columnistas de España, Francia y el Reino Unido, al borde del colapso por el Brexit, advierten que la democracia está siendo atacada por diversos flancos. A falta de nuevas categorías para el siglo XXI, se habla del renacer del fascismo o del populismo de derechas. Unos comparan la situación actual con la crisis de los años 30, cuya expresión más siniestra fue el nacionalsocialismo.
El silencio electoral al que estamos sometidos sirve para reflexionar sobre el rito más importante de la democracia, el rito de la elección de representantes. Mañana cada elector se encontrará a solas frente a las urnas. No habrá nadie que le diga cómo votar. La campaña tiene el propósito de hacer conocer lo que proponen los candidatos que quieren representarnos; las Cortes, los Tribunales y los Consejos están para ofrecer a los ciudadanos la garantía de que las elecciones, el conteo de los votos y la proclamación de los resultados serán transparentes.