Con la sorpresa de los primeros resultados de las elecciones se dijo: “Ganó el correísmo, que vuelve a ser la fuerza determinante del país”, “El PSC triunfó en las urnas y Nebot será presidente en 2021”, “Fulano quedó como cadáver político”.
Pero lo que se dio en realidad es una dispersión del electorado, una profundización del deterioro de la política. Buena parte de los ganadores son independientes que les ganaron a figuras conocidas o funcionarios en ejercicio. Primaron las alianzas electorales, a veces entre adversarios y vividores. Se alzaron caudillos locales. La crisis social y económica se reflejó en una profundización de la crisis de la representación política.
El PSC tuvo un amplio triunfo en Guayas y dos provincias más, pero fue derrotado en El Oro y Tungurahua, con dos de sus notables figuras. En la Sierra su votación fue reducida. El correísmo tuvo un indudable éxito en Pichincha y Manabí, aunque con pequeño margen. Pero, habiendo tenido hace no mucho la supremacía con el 64% de la votación nacional, ahora apenas superó el 10%. ¿Como eso puede interpretarse como un gran triunfo? Correa y su lista 5 fueron aparatosamente derrotados en más de 20 provincias del país, pese al enorme gasto de campaña venido de los “ahorros” de la “década ganada”.
No olvidemos que el gobierno tomó medidas económicas, canceló más de diez mil empleados y pactó con el tristemente célebre FMI en media campaña. Semejante despropósito no se da ni en países como Alemania, donde hay un sistema político sólido. Eso favoreció al correísmo que abanderó la protesta contra las medidas y ganó así réditos.
El síntoma más claro de la dispersión fue el resultado del Consejo de Participación Ciudadana. El candidato más votado apenas superó el 7%, mientras que los votos nulos llegaron al 22% y los blancos al 24%. El resultado sería más claro si se hubieran contabilizado los nulos por tres, como la razón y la aritmética lo mandan. En todo caso, ¿A quien pueden representar personas que no obtuvieron ni la décima parte de los votos? ¿Cuál es la legitimidad de un organismo electo en una ruleta en que la inmensa mayoría no sabía por quien votar o rechazó expresamente la elección?
Más allá de las personas que integrarán ese Consejo, que merecen toda consideración y respeto, el hecho es que la institución misma no debe existir. Como quiera que fuera nombrado es un engendro que no promueve la participación, sino que la niega. Es un intento de estatizar la sociedad civil. Lo introdujeron en la Constitución un grupito de seguimonos del chavismo que copiaron ese “poder” que solo había en Venezuela, en contraste con todas las democracias del mundo.
Por todo ello, debemos ir a la consulta popular para eliminarlo, promovida por la ciudadanía, como Julio Cesar Trujillo lo ha planteado.
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