Europa está asustada. (Los ecuatorianos también, pero como hay veda electoral no se puede nombrar a los cucos que nos amenazan). Muchos columnistas de España, Francia y el Reino Unido, al borde del colapso por el Brexit, advierten que la democracia está siendo atacada por diversos flancos. A falta de nuevas categorías para el siglo XXI, se habla del renacer del fascismo o del populismo de derechas. Unos comparan la situación actual con la crisis de los años 30, cuya expresión más siniestra fue el nacionalsocialismo.
Otros prefieren ubicarla en los años previos a la Primera Guerra Mundial. Único, con su estilo mordaz, Arturo Pérez-Reverte sentenció hace rato que solo los idiotas o los irresponsables no quieren darse cuenta que ya estamos viviendo la Tercera Guerra Mundial.
Pero las imágenes más plásticas las escuché en Radio France, donde un académico destacaba el peligro de inundaciones en las costas debido al calentamiento global que derrite a los glaciares. Que la Unión Europea se siente amedrentada por varias olas más, decía: por la ola del populismo, por la ola de la inmigración, por el comercio global, y así por el estilo. Y que en la base de la rabia social que estalla con chalecos amarillos están las injusticias económicas y culturales agravadas por la globalización. ¿Respuesta? Ante el auge del tribalismo y sus emociones primarias hay que fortalecer los valores de la Ilustración.Nadie ignora que también en EE.UU. las instituciones democráticas son asediadas por un outsider estrafalario que expresa las raíces racistas, machistas y supremacistas de millones de blancos resentidos por los efectos de la globalización y la incapacidad del sistema democrático para mantener ese pacto social que les daba seguridad y posibilidades de ascenso social.
Pero el estilo narcisista, incoherente y paranoico de Trump tampoco surgió de la nada. Se alimenta de lo que Richard Hofstadter llamó ‘The Paranoid Style in American Politics’ en ese libro clásico que acumulaba polvo en mi reducida biblioteca hasta que la extrema derecha lo volvió indispensable, como bien lo sabe Carlitos de la Torre, uno de los mayores expertos en populismo latinoamericano, que anda dedicado a poner al día a sus audiencias gringas con un fenómeno político que parecía exclusivo de las Banana Republics.
Desde una óptica liberal, la historia del Ecuador puede ser vista como la dramática saga de un modelo republicano que nunca termina de cuajar pues es permanentemente saboteado por la hosca realidad de los caudillos militares o civiles que manipulan la injusticia social. Si en 1956, luego del tercer velasquismo, Alfredo Pareja publicó ‘La lucha por la democracia en el Ecuador’, muchos años y muchos populismos después seguimos amenazados por los temibles rostros del caciquismo y el rencor.
pcuvi@elcomercio.org