Los perdedores del domingo
El primer perdedor, la ciudadanía, que debió escoger entre más de 80 mil candidatos, algunos con ofertas estrafalarias, como aquella de no cobrar el agua potable ni los impuestos municipales por tres años. La más ridícula elección: escoger 7 ciudadanos entre candidatos al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, divididos por sexo y por minorías. Un verdadero galimatías para el ciudadano medio, que ni identificaba al organismo, ni conocía sus atribuciones y responsabilidades y peor aún sabía como escoger entre personajes a quienes no se les permitió ninguna presentación personal. El nervioso caudillo refugiado en Bélgica, creador y beneficiario del Cpccs, que pretende volver a destrozar el país, ordenaba a sus seguidores, por quienes votar.
En segundo lugar, las figuras tradicionales que buscaron con afán la reelección. Varios de ellos desconectados de la nueva realidad y del pensamiento, ideales y anhelos de los jóvenes. Actitudes arrogantes y de considerar que su desempeño anterior ha sido perfecto, llevaron a su derrota. Escapan a esta calificación, la alcaldía de Guayaquil y la prefectura del Guayas. Los electores reconocieron la enorme obra material, el manejo eficiente y cuidadoso de los recursos públicos y la restauración del amor propio de sus habitantes. Así confirmaron masivamente al PSC en la alcaldía y le asignaron la prefectura.
En tercer lugar, el Consejo Nacional Electoral, que empezó mal su gestión con conflictos internos en la designación de sus autoridades, dividió en papeletas independientes a los candidatos del Consejo de Participación, complicando adicionalmente la votación y su conteo, generó un nuevo embrollo interno sobre la contabilización de votos nulos, pretendió lavarse las manos endilgando esa responsabilidad al Tribunal Contencioso Electoral, se llenó de vergüenza por un inaceptable retardo en la entrega de resultados elementales en elecciones personales de alcaldes y prefectos, y culminó con una paupérrima rueda de prensa de la presidenta, que luego de postergarse por varias ocasiones, no pasó de presentar supuestas justificaciones para su triste desempeño.
Y, en cuarto lugar, las empresas encuestadoras, pues ninguna se acercó siquiera a descubrir las reales tendencias del electorado. Puede anotarse, en su beneficio, que el proceso electoral fue tan absurdo que a lo mejor resultaba imposible crear una muestra válida con más de 20 candidatos para alcaldes y prefectos en cada provincia y ciudad, con más de 270 movimientos o grupos políticos y un quemeimportismo notorio de gran parte de los electores. Pero, de ser así, debieron anotar esos hechos y no producir encuestas que resultaron totalmente aisladas de la realidad. En el futuro tendrán que partir de cero para que la ciudadanía, de alguna manera, les asigne un mínimo de confianza.
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