Enrique de Borbón fue rey de la Baja Navarra con el nombre de Enrique III entre 1572 y 1610, y, sobre todo, rey de Francia, rey Enrique IV entre 1589 y 1610.
Hoy, cuarto domingo de Adviento. La liturgia católica canta: “Cerca está el Señor de todos los que le invocan: de todos los que le invocan de veras, por lo cual mi boca cantará las alabanzas del Señor, y toda carne bendiga su santo nombre.”
La tristeza es como la neblina de nuestros Andes. A una mañana de cielo azul, le sigue una tarde gris. La neblina inunda el valle, llega a la cumbre, la borra por entero. Con dolor recuerdo a tres compañeros andaluces castigados por la neblina en la cresta del Rucu Pichincha. García, Guardia, Medina. García dio cuatro pasos. Oyeron un ¡Madre mía!, un golpe cercano, un golpe 40 metros abajo. La neblina amortajó el cadáver. “¡Dios mío, ¡qué solos se quedan los muertos!” (Bécquer).
“Muerto el perro, se acabó la rabia”. Si vamos a la raíz de un mal y la sacamos al aire, al viento, a la verdad, el mal se acaba. Un labio de liebre, una nariz de Pinocho son males. Si la cirugía plástica cambia el labio leporino por una sonrisa a lo Cleopatra o la nariz de Pinocho por una a lo David Beckham, esos males se acaban para tales personas con suertes malditas; pero, no para las, además, malditas de pobreza y hambre.
Cuenca siempre ha sido tierra de emigrantes. Hace un mes, murió, sin flores ni campanas, un emigrante amado: Octavio Cordero Carrasco de 87 años, hijo de Rubén Cordero Crespo y de María Carrasco Vintimilla. Huérfano de madre a los dos años, fue criado por la abuela paterna. Al padre le nombraron presidente de la Corte Provincial de Esmeraldas y allá migraron Julián, Rina, Amelia, Eulalia y Octavio. Julián murió a poco de llegado. En canoa, Octavio acompañaba al padre a lejanos recintos de escalofrío. Rubén casó con Aída Estupiñán, que hizo de buena madre de este chico rubio. Mordido por la incurable herida de la orfandad materna, Octavio se vino a Quito a probarse en soledad.
Hace 210 años, tropas de Lima y Bogotá acantonadas en Quito reprimieron un asalto de los patriotas al Cuartel Real de Lima y mataron al uno por ciento de los vecinos de la ciudad. Hace 86 años, Hitler estableció un Tribunal del Pueblo para casos de importancia política que condenó a 10 980 personas a prisión, impuso la pena de muerte a 5.179 más condenados por alta traición, y unos mil fueron absueltos. Hace nueve años, el señor presidente Rafael Correa asaltó a la Función Judicial, rompiendo así la división tripartita del poder, base estructural de la República y del Estado de Derecho. El 11 de enero de 2011 murió la República del Ecuador. Las campanas de los templos del país nunca doblaron por muerta tan ilustre.
“Hoy resulta que es lo mismo / ser derecho que traidor, / ignorante, sabio, chorro, / generoso o estafador. / ¡Todo es igual! / ¡Nada es mejor! / Lo mismo un burro / que un gran profesor”. Cambalachear ha llegado a ser un modo de vida aceptado por la sociedad ecuatoriana. Que un individuo cualquiera finja ser sordo como una tapia y se premie el fingimiento con el privilegio de importar un auto de lujo por la mitad o menos del precio del mercado y con matricula por 30 dólares constituye un abuso que hace llorar a unos, y rabiar a otros. Baruch Spinoza, el geómetra filósofo sefardí-holandés enseñaba que nada se saca con llorar ni con rabiar, pues lo importante es entender.
Día del Padre, Día de la Tierra Paterna, Día del Ecuador. “Pueblo mío, que estás en la colina, / tendido como un viejo que se muere. / La pena, el abandono son tu triste compañía. / Pueblo mío, me voy sin alegría”. / ¿Qué será, qué será, qué será? /
Te escribo, querida bisnieta, para agradecerte por el video enviado desde Bristol y contarte que la Mesa de Negociaciones de los Santos ecuatorianos nos ha enviado un líder de valía excepcional.
Trinaremos dos tristes trinos y uno alegre desde el árbol de la última semana: uno, el exceso de derechos lleva a la anarquía; dos, la avaricia lleva a la mezquindad y a tonterías más grandes que un Airbus A-380 con capacidad para 853 pasajeros; tres, el alegre trino de Santa Mariana de Jesús Paredes y Flores, del alcalde de Quito, del ministro de Salud, de los posgradistas y las santas de las últimas trincheras.
“Anoche cuando dormía / soñé, ¡bendita ilusión!, / que una fontana fluía / dentro de mi corazón. / Di, ¿por qué acequia escondida, / agua, vienes hacia mí, /manantial de nueva vida / de donde nunca bebí?
El 3 de abril de 2020, escribí este tuit / trino: “Obstáculos en las aduanas para ingresar insumos médicos que salvan vidas en esta crisis”, denuncia el ministro de Salud. Y añadí: “Necesitamos un decreto ejecutivo de urgencia para apresar, guardadas formas rápidas, a quienes juegan con la salud”. El 5 de abril, me llamó, con rara cortesía, doña María Isabel Vélez, subdirectora de Apoyo Regional del Servicio Nacional de Aduana del Ecuador en Quito, a nombre de la señora María Isabel Muñoz, directora General de Aduanas, en Guayaquil, para informarme sobre el nuevo rostro y la mística de Aduanas del Ecuador.
“Este es el día que hizo el Señor: gocémonos y alegrémonos en él.” La Semana Santa 2020 nos ha traído una triple alegría: 1ª. La condena de Rafael Correa y de su séquito. 2ª. Los bikinis en los armarios y muchos ecuatorianos siguiendo en las redes el tremendo duelo de la lucha de la muerte y de la vida: “Muerto el Rey de la vida, reina vivo”. 3ª. La solidaridad del sector privado y de la gente con los que sufren hambre y con los enfermos. Nos ha llovido justicia, esperanza y amor al prójimo. Una vida consciente es mejor que una vida insustancial.
¡Hola, coronavirus! No te metas con nosotros los viejos de noventa para arriba porque no queremos que busques en nuestros cuerpos una célula donde vivir, para luego, mal ladrón, secuestrarla y fusionar tu membrana grasosa con nuestras membranas arrugadas y así, solapadamente, inyectarnos tu ácido ribonucleico. No queremos estas arideces, sino beber un buen trago y que nos abrace una mujer amada –soy un viejo machista-, bienvenida si es gordita y nos inyecte dulzuras sexy-afectivo-nucleicas. No queremos que hagas con nuestra célula violada millones de copy paste clonadas para invadir nuestro sistema respiratorio, nuestros pulmones ya gastados de tanto darle fuelle al corazón. No queremos morirnos así en manada. Añoramos una muerte normal más tranquila y que nuestro ángel de la Guarda sea un opioide para irnos en paz para siempre jamás, amén, aleluya. Santa Eutanasia, ruega por los viejos. Y “gracias a la vida que nos ha dado tanto”.
1990: ‘Los primeros estudiantes de la Escuela de Formación de Educadores Populares, propuesta de universidad abierta para docentes que anhelan educación de calidad, fueron 14 mujeres’, contó doña Lilián Álvaro, en el homenaje que la Academia Ecuatoriana de la Lengua, AEL rindió a Simón Espinosa. En 1990, él escribía en HOY. Doña Lilián le comprometió a dirigir un taller sobre el futuro del país y de América Latina, y Simón se quedó; durante cerca de 30 años subió semanalmente al cerro Ungüí, a 3030 metros de altitud, para enseñar a escribir a los docentes. (Nuestra pobreza educativa clama por rectores y maestros de todo nivel y ámbito que, conscientes de sus carencias e improvisaciones, busquen preparación!). Y sigue doña Lilián: ‘Cada pregunta era tomada en cuenta y respondida con exquisita erudición por el maestro. Su primer análisis partió de los versos de Machado: “Y cuando llegue el día del último viaje, / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, / me encontraréis a bordo,
Los gobiernos democráticos liberales y burgueses ponen los medios necesarios a que los ciudadanos sean felices. Para ellos, una justicia procesal independiente es un bien primordial digno de mimo y de especial cariño. Los estados socialistas imponen la felicidad a sus ciudadanos, por lo que la justicia procesal debe estar sujeta a la cabeza del Estado, ya que este por naturaleza es bueno y justo. Los estados burgueses son pesimistas; los estados socialistas, optimistas. Sin embargo, en los primeros se ríe mejor, y en los segundos se llora mejor: dos modos de desahogo, vulgar la risa; romántico el llanto.
La participación ciudadana es un derecho consignado en la Constitución. Una forma de participar consiste en que grupos ciudadanos promuevan referendos para cambios concretos de la Constitución y consultas para re-formar ciertas leyes vigentes. Hay procedimientos contemplados para cada caso. No los vamos a detallar. A cierta altura de estos procesos aparecen firmas ciudadanas, de cuya validez se ocupa el Consejo Nacional Electoral, CNE. Si al verificar las firmas de respaldo a cambios en la Constitución surgieren oscuridades y dudas, el mencionado Consejo deberá, en principio, estar por la participación ciudadana. En la práctica, sin embargo, cuando hay intereses creados, el CNE opone dificultades que han degenerado en malas costumbres, “porque el corazón del hombre se inclina al mal desde su juventud” (Génesis 8:11). Vamos a confirmar lo dicho con algunos ejemplos.
“¿Cuándo llegará el tiempo en que habrá únicamente seres humanos? Es posible que solo veamos llegar ese dichoso momento en unos pocos lugares. Pero no lo veremos acaecer en todas partes. Pasarán siglos antes de que esto suceda”. Con estas palabras comienza una carta que Beethoven escribió a uno de sus mejores amigos el diplomático Heinrich von Struve que cumplía una misión en San Petersburgo. (Babelia, El País, 13 de diciembre de 2019)
San Lucas relata el nacimiento de Jesús: “Había en aquellos campos unos pastores que pasaban la noche cuidando sus rebaños por turnos. Un ángel del Señor se les presentó y la gloria del Señor los envolvió en su luz”.
Paisaje: Desde el aire en días de cielos azules y soles de fuego, Quito es un paraíso de verdor, una Venus de Milo, una promesa escondida. A Quito le falta un Océano para estar a la altura de Río de Janeiro. Y a Río le faltan los Andes para estar a la altura de Quito. El Pichincha, nuestra montaña mágica, es una austera muralla. A Río le falta eternidad. A Quito, le falta, de urgencia, un gran carnaval. A Quito le falta alegría, le sobra aguardiente.