“Hoy resulta que es lo mismo / ser derecho que traidor, / ignorante, sabio, chorro, / generoso o estafador. / ¡Todo es igual! / ¡Nada es mejor! / Lo mismo un burro / que un gran profesor”. Cambalachear ha llegado a ser un modo de vida aceptado por la sociedad ecuatoriana. Que un individuo cualquiera finja ser sordo como una tapia y se premie el fingimiento con el privilegio de importar un auto de lujo por la mitad o menos del precio del mercado y con matricula por 30 dólares constituye un abuso que hace llorar a unos, y rabiar a otros. Baruch Spinoza, el geómetra filósofo sefardí-holandés enseñaba que nada se saca con llorar ni con rabiar, pues lo importante es entender.
¿Por qué estos abusos? Por el mal ejemplo del señor Rafael Correa y su régimen de oprobio. Probaremos lo dicho acudiendo al estado de Excepción, que es una emergencia extraordinaria de la vida social o política de un Estado en la cual la autoridad civil suspende o altera algunos derechos constitucionales. El señor Correa proclamó el estado de Excepción no una o dos, sino ochenta y nueve veces. Por ejemplo, la contratación pública debe pasar por los filtros de la Ley; el estado de Excepción los elimina, permitiendo de este modo la contratación directa, guardados eso sí los principios de Necesidad (estricta necesidad), y otros. El de Excepción se puede aplicar en cinco situaciones extraordinarias: Agresión, conflicto armado Internacional, grave conmoción Interna, calamidad Pública y desastre Natural. El ex mandatario se comió estas prescripciones, y el robo entró orondo.
Diez años de caprichos, de violación de las leyes. Un buen caso para ver los efectos de tal forma de gobernar es el terremoto de Manabí y Esmeraldas. El estado de Excepción sirvió para la alegre farra de los dineros de la emergencia. Todo ello bendecido por la piadosa Corte Constitucional con su voto de obediencia al señor de Carondelet.
El Decreto 752, de noviembre 2007: “Estado de emergencia por la grave conmoción que podría causar la instalación de la Asamblea Nacional” muestra cómo controló el proceso, desde el vergonzoso episodio del “Congreso de los manteles” hasta el último día de su mandato.
La Constitución 2008 creó una raza glotona aún vigente en el gobierno de la verdad en minifalda. La Carta política actual ha convertido el poder en sinónimo de delito; la política, en sinónimo de delito; el gobierno en sinónimo de delito; hasta la Justicia en sinónimo de delito, porque la impunidad prevalece.
Tantos años infames nos han podrido el alma, nos han vuelto cínicos adoradores del becerro de Oro. El nefasto señor Correa es la causa del hambre que hoy carcome a Ecuador. Su venida no será un Domingo de Ramos sino un Viernes de Muerte. No hay que crucificarle, sino quemar la Constitución de 2008. Rafael es la Constitución de 2008. “El Jueves Santo salía,llevando un cirio en la mano —¡aquel trueno!—, vestido de nazareno”.