“Este es el día que hizo el Señor: gocémonos y alegrémonos en él.” La Semana Santa 2020 nos ha traído una triple alegría: 1ª. La condena de Rafael Correa y de su séquito. 2ª. Los bikinis en los armarios y muchos ecuatorianos siguiendo en las redes el tremendo duelo de la lucha de la muerte y de la vida: “Muerto el Rey de la vida, reina vivo”. 3ª. La solidaridad del sector privado y de la gente con los que sufren hambre y con los enfermos. Nos ha llovido justicia, esperanza y amor al prójimo. Una vida consciente es mejor que una vida insustancial.
La mujer brilla en la muerte de Jesús por su compasivo afecto a fondo y por su valentía. La mujer de Pilatos, la no bíblica Verónica enjugando el rostro -sangre, sudor y lágrimas- de Jesús camino del Calvario, la Madre de Jesús, la hermana de su Madre, María de Cleofás, y María Magdalena y “muchas mujeres estaban allí mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole” (Mt.27.55). La fiscal General Diana Salazar, la juez Daniela Camacho; y Paulina Aguirre, presidente de la Corte Nacional de Justicia, llevaron las riendas del caso Sobornos de Rafael Correa y sus veinte ladrones, que crucificaron o ayudaron a crucificar a Ecuador y a su gente menesterosa, con hambre y sin porvenir. Y allí están enfermeras, auxiliares y médicas jugándose la vida como el Crucificado.
Jesús se apareció a sus discípulos. No estaba allí uno de ellos llamado Tomás El Gemelo, que no creía lo que le contaban sus compañeros. El Resucitado se apareció de nuevo con Tomás presente. Le reprendió por su impertinencia. Los jueces Iván León, Marco Rodríguez e Iván Saquicela condenaron a Correa y a la pandilla. Obraron con sensatez sin pedir fotos de los sobornos. Los médicos se expusieron a morir o murieron por amor a su vocación. Si hubiesen esperado a estar protegidos, ¿cuántos enfermos más habrían muerto? Todos los aludidos han dado su vida por el prójimo. Este es el día que hizo el Señor. Alegría, paz y gozo espiritual.
La severa admonición de Jesús a Tomás nos toca a todos: No amamos la política porque prostituimos su sabiduría social. La peste matará a decenas de miles de ecuatorianos por el orgullo de quienes no respetan lo mandado, muchos de ellos pelucones, clase media adinerada, rebeldes inmaduros: todos asesinos. Y los pobres … ignorantes y hambrientos que han vivido muertos desde los comienzos de nuestro Estado de Ecuador, no obedecen porque no han visto cosas buenas para ser felices. Ahora morirán dos veces. Y esa sangre recaerá sobre todos nosotros por nuestra falta de pasión por la miseria. No, el coronavirus no es un castigo de Dios. Es fruto indirecto de nuestra indolencia social y política. Este es el día que hizo el Señor, ¡alegrémonos!, con un cambio radical. ¿Lo podremos? Sí, matando nuestro egoísmo, nuestro modo quejumbroso de vivir, nosotros los vende cadáveres. Muchos, solidarios, han comenzado a cambiar.