La participación ciudadana es un derecho consignado en la Constitución. Una forma de participar consiste en que grupos ciudadanos promuevan referendos para cambios concretos de la Constitución y consultas para re-formar ciertas leyes vigentes. Hay procedimientos contemplados para cada caso. No los vamos a detallar. A cierta altura de estos procesos aparecen firmas ciudadanas, de cuya validez se ocupa el Consejo Nacional Electoral, CNE. Si al verificar las firmas de respaldo a cambios en la Constitución surgieren oscuridades y dudas, el mencionado Consejo deberá, en principio, estar por la participación ciudadana. En la práctica, sin embargo, cuando hay intereses creados, el CNE opone dificultades que han degenerado en malas costumbres, “porque el corazón del hombre se inclina al mal desde su juventud” (Génesis 8:11). Vamos a confirmar lo dicho con algunos ejemplos.
No hay un procedimiento formal para el proceso de verificación de firmas en actuaciones de participación ciudadana. Con un mismo método se verifican las firmas para legalizar organizaciones políticas e iniciativas de participación ciudadana.
El proceso de verificación de firmas es el más subjetivo de todos por los siguientes motivos: Se contrata para revisores a jóvenes de 20 y 21 años promedio, ayunos de grafología, hambrientos de comerse firmas, pues no los capacitan ni en lo jurídico ni en lo participativo ni en lo verificativo. Hay solo un grafólogo que interviene si algún revisor lo llama y si no lo llama, prolifera la alegre decapitación de firmas, aunque reciben entrenamiento en comparaciones de forma. El Instituto de la Democracia debería formarlos antes de pasar a decidir sobre la legitimidad de un proceso de iniciativa ciudadana.
El CNE tiene padrones electorales desactualizados, firmas en blanco y negro, algunas mal digitalizadas. Con estos registros de firmas se comparan las firmas de los participantes y no con las del Registro Civil. Si el CNE tiene tres muestras de firmas del mismo ciudadano, en la mayoría de los casos estas no coinciden. Se compara con figuras o grafías incompletas que jurídicamente no deberían compararse.
El formato de los formularios entregados por el CNE para ser fotocopiado por los ciudadanos, no es adecuado. Estrecho y apretadito, incómodo de llenar, enmarcado, fotocopiable solo en máquinas comunes, y no en especiales, hechas para impresiones masivas y de publicidad. Al copiar el formulario, se corre el riesgo de que el código de barras salga difuminado y por tanto, ipso facto, desechable.
¡Y pensar que el propio CNE permitió al jefe del Consejo de Participación Ciudadana ingresar al recinto de verificación de las firmas que pedían la desaparición de tal engendro! La mesa estaría servida. Buen provecho para el correísmo, la Conaie y el socialcristianismo. “Educa a tu hijo y corrígelo/ y así no tendrás que aguantar su desvergüenza” (Eclesiástico 30:13).