Durante julio, cada semana se han presentado siniestros de tránsito con víctimas mortales.
El más reciente fue el que se produjo la madrugada del lunes 22 de julio, en la vía a Cuenca-Tarqui, en el sector de Cumbe. Seis de los ocho ocupantes del auto fallecieron de contado. El carro se impactó de frente contra un bus interprovincial.
La semana pasada, un choque entre tres vehículos en la vía Guayllabamba-Tabacundo dejó dos fallecidos. En Quito, la avenida Simón Bolívar o la autopista General Rumiñahui registran siniestros casi diarios. Este relato se volvió repetitivo cada semana.
La cantidad de muertos por siniestros de tránsito subió en 2023, pese a que la cifra total de eventos bajó frente a 2022.
Esas víctimas son la consecuencia del exceso de velocidad y la impericia. Estas son las principales causas de los siniestros de tránsito. Parece que el irrespeto a las normas de tránsito es una constante en Ecuador.
La Agencia Nacional de Tránsito indica en un reporte que el año pasado hubo 20 994 siniestros en total en el país. En 2023 se registró un fallecido por cada 3,7 horas, con un total de 2 373 muertos por siniestros. La cifra de víctimas fue menor en 2022, pues hubo 2 202 casos.
Pese al incremento de la cifra de fallecidos y las desgracias diarias, este tema no llama la atención de las autoridades. Hay mucho silencio y hasta falta de empatía ante este grave problema.
En la Asamblea, este mal social no es parte de las conversaciones de los asambleístas. En el Ejecutivo tampoco hay una sola referencia a este problema social. En los municipios ni en otras entidades se escucha un eco para poner fin a los siniestros. Igual conducta se observa en los gremios de los transportistas interprovinciales, ya que hay buses de pasajeros involucrados en estos eventos.
La justicia tampoco ha ayudado mucho: un juez dictaminó la suspensión de los radares que controlaban el exceso de velocidad en varias provincias del país. Con los radares suspendidos, los conductores de autos particulares circulan a más de 100 kilómetros por hora en las carreteras, mientras que en las ciudades superan los 80 kilómetros.
Hay anuncios de controlar el exceso de la velocidad, pero es una medida tibia y no abarca el problema de fondo: la falta de cumplimiento de las normas de tránsito.
Las campañas sobre siniestros son puntuales y temporales, por lo que su efecto no es de impacto ni profundo.
Es necesario que las autoridades actúen rápido y no se trata de cambiar leyes, sino de aplicar propuestas para educar bien a los conductores.