Cuando hablaba de «bárbaros» en mi libro «China para los nuevos bárbaros», lo hacía para llamar la atención sobre cierta ignorancia, de la que hacemos gala, cuando hablamos sobre China. Parecía oportuno también apoyarse en una palabra de larga tradición. Pero lo que nunca pensé es que tendría que hablar de barbaridades.
En efecto, la primera y única vez que Homero usó la palabra «bárbaros» en la Iliada, lo hizo para calificar al pueblo de los carios, de los que dice que tenían bárbaro lenguaje. No está claro si se refería a que pronunciaban el griego con acento extranjero, o si era su lengua caria, la que era muy extraña a oídos griegos. De ahí que Homero acuñara esa palabra Bar-bar-o, repitiendo dos sílabas, que es como los griegos imitaban el sonido de esos extranjeros carios. Posteriormente, la palabra se fue cargando de otros significados, para terminar, designando cualquier tipo de atrocidad.
Sin lugar a dudas, la embestida de la Administración Trump contra una de las mejores universidades del mundo no puede sino granjearse el calificativo de barbaridad. La semana pasada prohibió a dicha Universidad inscribir a estudiantes internacionales, alegando un supuesto adoctrinamiento izquierdista y antisemitismo. También ha revocado visados estudiantiles. Y además, por si lo anterior fuera poco, ha exigido a las universidades que entreguen información sobre los estudiantes, que han participado en protestas estudiantiles.
Lo que se quiere ni más ni menos es que Harvard no admita a estudiantes extranjeros. La medida dejaría a 6 500 estudiantes fuera de la universidad. A ello se suma, la privación de no contar con el mejor talento internacional, así como el daño que se inflige a lo que es y ha sido el espíritu americano. Más que nunca se va a quedar petrificada La Estatua de la Libertad. La medida ha sido, por el momento, bloqueada temporalmente el viernes pasado por un juez de distrito. No sería, sin embargo, la primera vez que la administración Trump se salta un mandato judicial. El caos está servido.
La situación es tan grave que Jay Powell, presidente de la Reserva Federal, y que fue nombrado por el propio Trump, no ha podido callarse. Por ello, al dirigirse a los estudiantes de la universidad de Princeton en su reciente discurso de graduación, les recalcó que las universidades americanas son la envidia del mundo y un activo crucial, para continuar liderando en innovación científica y dinamismo económico.
El propio Powell ha sido blanco de las más ácidas críticas por parte del presidente Trump, porque no accede a bajar los tipos de interés, que mantiene entre el 4´25% y el 4´5%, para mantener la inflación controlada. Es por ello que lo ha calificado de “Míster demasiado tarde”, y sin empacho ninguno también de “Gran Perdedor”.
El resto del mundo observa atónito cómo se intenta desmantelar el sistema universitario americano, que ha sido uno de los baluartes del éxito económico y tecnológico americano durante el siglo XX, y lo que llevamos del XXI. No en vano, el gobierno de Hong-Kong ha hecho un llamamiento a las universidades honkonesas para que atraigan ese talento extranjero que América quiere rechazar ahora. Los chinos no pueden, sino esbozar una sonrisa, porque ellos ya vivieron su salvaje arremetida contra sus universidades durante la Revolución Cultural, y saben que no es nada beneficioso para el país. Los bárbaros han llegado.
José Félix Valdivieso, Director de IE China Observatory, autor del libro “China para los nuevos bárbaros” (Nola editores, junio 2024).