¡Hola, coronavirus! No te metas con nosotros los viejos de noventa para arriba porque no queremos que busques en nuestros cuerpos una célula donde vivir, para luego, mal ladrón, secuestrarla y fusionar tu membrana grasosa con nuestras membranas arrugadas y así, solapadamente, inyectarnos tu ácido ribonucleico. No queremos estas arideces, sino beber un buen trago y que nos abrace una mujer amada –soy un viejo machista-, bienvenida si es gordita y nos inyecte dulzuras sexy-afectivo-nucleicas. No queremos que hagas con nuestra célula violada millones de copy paste clonadas para invadir nuestro sistema respiratorio, nuestros pulmones ya gastados de tanto darle fuelle al corazón. No queremos morirnos así en manada. Añoramos una muerte normal más tranquila y que nuestro ángel de la Guarda sea un opioide para irnos en paz para siempre jamás, amén, aleluya. Santa Eutanasia, ruega por los viejos. Y “gracias a la vida que nos ha dado tanto”.
Gracias, señor presidente Moreno, gracias vice Sonnenholzner, robusto y bueno.; gracias María Paula Romo Rodríguez, genéticamente fuera de serie, cómo me gustaría verte de presidente constitucional de este bello y pintoresco manicomio, tú tan sensata. Gracias por lo que están haciendo en esta crisis que da jaqueca y vómito al poderoso Trump, a la dulce Ángela Merkel, a Putin, el Zar de todas las Rusias, magos de los Circos del Sol, que con un fulgor de la varita mágica sacan trillones de dólares para no dejarse ahogar por las olas embravecidas de los mares de la economía que amenazan naufragios y naufragios. Y ustedes, señores del Gobierno, más pobres que El Guasón, multiplican los panes y los peces a costa de su sueño, de su familia, de su cansancio y de la incomprensión de muchos conciudadanos bien amados y sabelotodo. Gracias, señor Gobierno, como dirían nuestros runas cañaris, cuyos tatarabuelos murieron de una pandemia de viruela, cortesía europea.
Gracias, ex ministra de Salud, gracias nuevo ministro de Salud, nuestro Señor de la Buena Esperanza; gracias médicas, médicos, enfermeras, auxiliares que están trabajando noche y día. Gracias, por una dedicación total a riesgo de contagio. ¡Cuánto sufrirán ustedes por la falta de medios! ¡Cuánto añorarán un sistema de prevención nacional de salud! ¡Cuánta bilirrubina les subirá al constatar que la corrupción se ensañó con medicamentos y hospitales!
Nos falta espacio para agradecer a quienes recogen la basura, a buseros y taxistas, agricultores y supermercadistas y boticarios y policías y soldados y a tantos y tantos que trabajan para que nos salvemos del virus. Y gracias a los pobres que viven en la calle que es su casa y el toque de queda empieza a llorar.
Venceremos al coronavirus. Que en un tiempo no muy lejano podamos agradecer a la vida uniéndonos todos para hacer frente a lo que nos viene: un tiempo de pobreza y hambre. Saldremos adelante. Florecerán los guayacanes para darnos buen ejemplo y sonreiremos.