Michelle Quijije tiene 27 años. Durante su época de estudiante fue objeto de ‘bullying’ de sus compañeros por su fisura labiopalatina. Ahora se anima a contar su historia.
“Actualmente estudio Comunicación Social y el teatro se convirtió en un espacio seguro, donde puedo desahogarme. Pero no siempre fue así.
Cuando iba a la escuela, mis compañeros se burlaban de mi aspecto y de la forma en que hablaba. Incluso me dibujaban en papeles grandes y me hacían sentir como un monstruo. Se supone que la escuela tiene que ser un espacio seguro para todos, pero para mí no lo era. Son cosas que marcan. Y más cuando eres una niña.
En el colegio se repitió de nuevo la historia. Estudié en una institución femenina y mis compañeras inventaban historias sobre mí. Decían “porque es fea, no tiene novio”. Eso para una adolescente es doloroso. Me hacían a un lado cuando había alguna actividad. Cuando acudía al departamento de orientación recibía la misma respuesta: “Tienes que ser fuerte”.
No entiendo. ¿Por qué a mí? Si soy una persona accesible y me gusta hacer amigos. Pero, por qué a mí. Me repito varias veces.
Las bromas en mi contra se volvieron cotidianas. No sé si la gente hace ese tipo de cosas por desconocimiento. No es justificación.
Pensé que en la universidad las cosas serían diferentes, pero no. De alguna u otra manera la gente sigue lastimándome. Intento que eso no suceda y aun así pasa. A veces no disimulan. Me siento acosada, pero “tengo que ser fuerte”.
Un día unas personas publicaron cosas feas sobre mí en Facebook. “Michelle es fea, habla medio raro”, decían algunos. En una ocasión escribí al administrador del grupo para que borrara mi nombre. Lo hizo. O eso pensé, pues una amiga me dijo que lo volvieron a publicar en la madrugada.
Esa página la leían casi todos los estudiantes de la universidad. Me sentí juzgada. En ocasiones me han fotografiado estudiantes que no conozco. No sé con qué objetivo. Pero lo han hecho.
A pesar de todo esto, intento siempre caminar con una sonrisa en mi cara. Es duro y agotador.
Mi inseguridad fue tan grande que al inicio de mis prácticas preprofesionales tenía recelo y nunca me quitaba la mascarilla. Usaba el pretexto de la pandemia para ocultar mi condición tras una tela.
Mantuve mi boca tapada el tiempo que más pude hasta que mis jefes me dijeron que estaba en un espacio seguro. Me tratan como a una persona normal.
Sé que en un futuro va a ser difícil conseguir un trabajo de locutora o cosas similares, por mi forma de hablar.
Cuando me enteré de que en la universidad había un club de teatro, no lo pensé mucho y decidí inscribirme. Tenía miedo de que ahí también se burlaran de mí.
La verdad no fue así.
Me acogieron y me respetaron desde el inicio. Hasta ahora no sé si les importa o no mi condición; nunca me han preguntado sobre ella. Tampoco he sentido que me juzgan. Se siente bien.
El teatro se convirtió en un espacio de catarsis. Puedo gritar, llorar, bailar. Me siento libre.
Mis amigos son parte importante de mi proceso de sanación. Ahora ya puedo perdonar a las personas que se han burlado de mí. No las olvido, tampoco quiero volver a hablar con ellas, pero ya no siento ese rencor que carcomía mi estabilidad emocional.
La vida me ha enseñado que yo voy primero. Si alguien dice algo que me ofende, ya no me quedo callada. Le hago saber que está mal porque hiere a las personas.
Mi nombre es Michelle Quijije y tengo 27 años de edad. Soy una persona normal que nació con fisura labiopalatina”.
Visita nuestros portales: