Las risas, los juegos y el llanto de los niños se escuchan cada vez menos en los hogares de Pichincha y, principalmente, de su capital: Quito. En las últimas décadas, más hombres y mujeres han pospuesto la posibilidad de ser padres o simplemente cerraron la puerta a esa opción.
Hoy, Pichincha presenta una relación de 53 adultos mayores por cada 100 niños, posicionándose en el cuarto lugar del índice de envejecimiento a nivel nacional, solo detrás de Chimborazo, Bolívar y Carchi.
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Para 2035, se proyecta que esta relación ascenderá a 111/100, colocándola en el primer lugar del ranking. Este fenómeno es más evidente en el distrito metropolitano, que concentra el 87% de la población.
Esta tendencia, además, se confirma al analizar qué tanto creció el número de niños de cero a 14 años, entre 2001 y 2022. Los datos del censo de población muestran que apenas fue de 8,7%, en 15 años. En el caso de las personas de 65 años en adelante, en cambio, aumentó 106,5%.
Esto también en otro indicador: la relación de dependencia infantil, la cual se define como la proporción entre el grupo de 0 a 14 años y los adultos en edad de trabajar (de 15 a 64 años). Actualmente es menor al 50%, que se tenía en el 2010 y al 55%, que se registró en el 2001.
La tasa de natalidad más baja de Ecuador
La nueva dinámica demográfica está relacionada con una caída en la tasa de natalidad. Actualmente es la más baja del Ecuador: 10 nacidos vivos por cada mil habitantes.
En contraste, Orellana y Napo presentan el doble: 22 y 20, respectivamente. El declive en el número de nacimientos se acentuó desde 2019. En cuatro años pasó de 46 121 a 34 177. Esto significa un promedio de casi 3 000 bebés menos por año.
Menos hijos y hogares más pequeños
Si de forma global hay menos nacimientos significa que cada mujer en edad fértil está teniendo menos hijos o ninguno. La tasa de fecundidad que muestra el promedio de hijos por mujer ha caído de forma considerable. Hasta hace 20 años era común que un hogar tenga un promedio de tres hijos, pero con el transcurso del tiempo bajó a dos. Hoy Pichincha cayó a una tasa de 1,3 hijos.
Está por debajo del promedio nacional de 1,79 y por debajo del nivel de reemplazo necesario para mantener la población estable o que no decrezca. Para esto se requiere 2,1 hijos por mujer.
Esto conduce a que hay más hogares unipersonales o parejas sin hijos. De hecho el último censo del 2022 refleja que en el distrito metropolitano un significativo 18% de hogares es de una persona. Los de cinco o más miembros representan el 16%.
¿Por qué no quieren tener hijos?
La creciente tendencia a posponer o evitar la paternidad refleja un cambio generacional más amplio, que responde a factores económicos, profesionales, ambientales, personales y filosóficos.
Leonardo Enríquez, de 24 años y profesional en biotecnología, expone tres razones para no ser padre: la primera es el costo elevado de criar hijos.
La realidad económica en Quito ha hecho que muchos vean la paternidad como un desafío financiero difícil de asumir. En el II trimestre de 2024, la mediana del ingreso mensual de la población ocupada fue de 498,7 dólares. A junio, la tasa de desempleo en la ciudad fue la más alta: 8,8%.
Leonardo también menciona que su prioridad es su desarrollo profesional y académico. “Mis prioridades han sido siempre mis estudios, mi desarrollo profesional y hoy mi trabajo”. A este aspecto se suma su interés en volver a mudarse y viajar, actividades que considera limitantes si tuviera un hijo.
Pablo Ayala, emprendedor de 49 años, es parte de otra generación y sigue esta misma línea. “Nunca he sentido el instinto de ser padre. Respeto mucho a quienes han decidido serlo, pero no es algo que esté en mis sueños”. Prioriza su realización personal y la llegada de un hijo podría frustrar ese proceso.
También cree que traer más niños al mundo “es un desatino ecológico”. Este enfoque coincide con una creciente preocupación global sobre la sobrepoblación y su impacto en el planeta.
Pablo critica los nuevos términos como “perrijos” o “gatijos” que se usan al no tener hijos. “Siempre me han gustado los animales y no estoy tratando de suplir a un hijo al tener animales”, aclara. Leonardo menciona que tener una mascota es lo más cercano que él y su pareja contemplarían en este momento.
Baja fecundidad: ¿un problema o una oportunidad?
Para el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) no es un problema en sí, pero su persistencia puede llevar al envejecimiento de la población y al crecimiento demográfico negativo.
Esto plantea dos preocupaciones sobre la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social y la financiación del cuidado de personas mayores, debido a la reducción de la población en edad de trabajar.
Sin embargo, la baja fecundidad puede también ser vista positivamente, al aliviar la carga familiar y promover la equidad de género. A pesar de los posibles beneficios, un informe de Unfpa considera crucial que las sociedades consideren sus impactos en la vida social y en el mercado laboral.
Urgen nuevas reglas para el sistema de pensiones
Frente a los cambios demográficos y el aumento de la esperanza de vida, a nivel mundial surge la necesidad de ajustar las reglas de los sistemas de pensiones. En Ecuador, esta necesidad es urgente.
En Pichincha, donde la esperanza de vida promedio alcanza los 82 años, principalmente gracias a la longevidad de las mujeres, el sistema de pensiones enfrenta un desafío significativo. Esto implica que las reservas del sistema deben extenderse por más tiempo para garantizar el pago de pensiones vitalicias.
Uno de los factores que más presiona al sistema es la desaceleración del crecimiento en el número de afiliados, que no se incrementa al mismo ritmo que la cantidad de jubilados. Este desbalance genera un déficit creciente en la financiación del sistema, que exige soluciones.
Desafíos para el sistema sanitario
De acuerdo con el censo de población del 2022, la población de 65 años en adelante de Pichincha representa el 9,6%. Este porcentaje, según explica Evelyn Campoverde, presidenta de la Sociedad Ecuatoriana de Geriatría, significa que ya está en una transición demográfica. Entonces “nos preparamos para una sociedad con mayor necesidad de atención especializada de la vejez”.
Los principales desafíos, añade- es que no hay ni un discurso que incluya la vejez, ni un entorno seguro ni un modelo de promoción de la salud para los adultos mayores. Hoy se promueve el empleo juvenil, pero ¿por qué dejar de lado la experiencia de los de 50 años en adelante y así mejorar su jubilación? ¿por qué no promover que la ciudad sea amigable con los ancianos, como lo ha hecho Uruguay?
Campoverde plantea la necesidad de ver a la vejez como una oportunidad para mejorar el sistema de salud; para pensar en las necesidades de consumo de esta población creciente; de plantear soluciones para reducir los años de discapacidad al mínimo, con fin de que sean cada vez más funcionales.