La ayahuasca lleva al chamán más allá de sus conocimientos

En un ritual especial, los chamanes tsáchilas bendicen su bebida ancestral. Foto: Katherine delgado / para EL COMERCIO

En un ritual especial, los chamanes tsáchilas bendicen su bebida ancestral. Foto: Katherine delgado / para EL COMERCIO

En un ritual especial, los chamanes tsáchilas bendicen su bebida ancestral. Foto: Katherine delgado / para EL COMERCIO

Los tsáchilas conservan la tradición de procesar la ayahuasca en un recipiente especial de bronce, siguiendo el ejemplo que les dejó como legado su máximo líder, el extinto Abraham Calazacón.

A esta bebida -en el lenguaje de la etnia (tsáfiqui)- se la ­conoce como nepi. Ellos la consideran la fuente de la sabiduría y una suerte de canal para llegar al origen del conocimiento.

La historiadora de esa nacionalidad, Ana Calazacón, señala que es una terapia efectiva en el campo de la psiquiatría y la psicología, específicamente en el tratamiento de la depresión y la ansiedad, así como para los problemas de personalidad y la esquizofrenia.

Los chamanes son los encargados de prepararla y dar las indicaciones para su ingesta.

Ellos manejan el concepto de que esta bebida permite al cuerpo sanarse hasta que el alma pueda volar hacia el ‘mundo espiritual’ y de esa forma visitar a los seres que habitan en el reino de los espíritus. Así lo señala el experto tsáchila Abraham Calazacón.

El atlas alimentario de los pueblos indígenas y afrodescendientes del Ecuador indica que los chamanes utilizan plantas con propiedades sicodélicas y entogénicas, que derivan de la naturaleza para la elaboración del nepi. Y con esto tienen la habilidad de acercar a los seres humanos al mundo natural y espiritual.

Es una combinación de plantas con ingredientes psicoactivos que reproducen la sensación que alguien siente segundos antes de morir. Durante este estado, la mente humana tiene la habilidad de ver otros mundos, agrega el documento.

La fiesta Kasama, una celebración tradicional para los tsáchilas, es la ocasión ideal para beber la ayahuasca. Durante ese festejo se realizan rituales para ingerirla.

Este evento es una gran reu­nión a la que asisten todos los miembros de las diversas comunas tsáchilas para reencontrase con sus raíces, saludar a su familia, intercambiar sentimientos de prosperidad y amistad y compartir la alegría del nuevo período.

Antes del encuentro, las familias tsáchilas preparan el nepi a base de un bejuco sagrado para la cultura tsáchila, que luego de varios días de preparación da como resultado este bebida que los llena de espiritualidad.

Agustín Calazacón, un chamán de la comuna Chigüilpe, cuenta que durante el estado de alucinación también se practican las danzas.

El grupo ancestral Tolón Pelé anima la sesión con bailes en los que se cuentan historias. Por ejemplo, con la marimba, el cununo y el bombo se evoca la historia del tsáchila que se preparaba para ser chamán y que en ese aprendizaje estuvo al borde de perder la vida.

Calazacón señala que había personas de la etnia que se oponían a que llegara a ese nivel y por eso lo querían asesinar con brujería.

Cierto día, cuando tomaba la bebida de la ayahuasca, en el lugar donde estudiaban los secretos de los chamanes, apareció un hombre que le advirtió sobre la pronta llegada del ­‘colorado mano grande’, que en realidad era un tigre que ­es­taba próximo a devorarlo.

La fiera había sido enviada para que acabara con su existencia, según la historia. Entonces, el hombre que lo previno sobre al arribo del animal empezó a decir “care, care”, ­para avisarle que el animal estaba llegando.

De pronto, el aprendiz de chamán se sentó frente a unas piedras y desde ese rincón se defendió para evitar que el animal se acercara y lo devorara.

De esa forma, el tigre se retiró y no pudo devorarlo, como se lo habían ordenado en la brujería, agrega Calazacón.

Los chamanes que preparan la ayahuasca tienen sus propios métodos para dejarla lista para la ingesta.

Ellos se aíslan para entrar en ese estado de alucinación, que solo se logra tomando esta bebida considerada sagrada.

El brebaje incentiva a que con la imaginación se cree una serie de colores y personajes mitológicos de la tradición de la etnia en la mente. Observan animales y figuras.