Extraño es aquel quiteño que no mantiene conexión de algún tipo con la Pizzería Roy’s. Ya sea que fue el lugar de encuentro del grupo de amigos de algún tío ahora ya cincuentón o que es el lugar de reunión fijo después del trabajo. El local es un clásico capitalino. Desde su creación, poco ha cambiado…las mesas son las mismas de hace 34 años, los meseros y cocineros han trabajado por décadas y la receta de la pizza se mantiene fiel a la original.
Buena suerte a quien quiera encontrar una mesa libre en el único local que existe en Quito (ubicado en el CCNU, con vista ‘privilegiada’ a la Naciones Unidas) después de las 19:30. Será la pizza, será el ambiente, lo que motive a los visitantes a esperar hasta media hora por un espacio en el icónico local.
El día de la visita atiende en la barra Edward Cooper, hijo de los fundadores del local Roy y Eulalia. A pesar de la cantidad de clientes, no hay estrés, ni se escuchan gritos. En el reducido espacio todo funciona con fluidez, aunque pequeño es en realidad un espacio eficiente.
Finalmente, los chefs (Alfredo Salazar y Pablo Cruz) logran acomodarse en una mesa esquinera, cerca de la ventana/vitrina. Jorge, el mesero que ha trabajado casi desde siempre en Roy’s y que es el encargado de preparar las masas desde muy temprano, llega presuroso a atenderlos. La elección es la pizza de la casa, la que además de pimiento, jamón, champiñones y pepperoni lleva el nombre del restaurante.
El que la cocina sea pequeña no quita funcionalidad y eficiencia al servicio de pizzas en Roy’s. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO
En cuestión de minutos, no más de 20 y no menos de 15, llega el pedido a la mesa. Humeante, caliente y acompañado del tradicional ají. Llegan también las cervezas, porque los clientes habituales de Roy’s saben que más que con el ají, conviene complementar los sabores de la pizza con cerveza de barril, helada y con la cantidad justa de espuma.
Se le ha pedido a Jorge que en lugar de los típicos pedazos triangulares, divida la pizza en pequeños pedazos (que intentan ser cuadrados pero no lo son) para regular la dosis de la degustación. Así, cada pedazo dependiendo de las guarniciones que le toquen tiene un gusto distinto y se pueden probar en conjunto o por separado.
La singularidad de la pizza de Roy’s es el toque casero, se nota al instante que se trata de una preparación cuidada y artesanal. El grosor de la masa (delgada) delata también la receta casera, que como relató Edward vino de Estados Unidos. Su abuela quien trabajaba como peluquera del dueño de un restaurante italiano en el país anglosajón, recibió la fórmula culinaria de este hombre y luego se la pasó a su hijo.
Otra distinción del platillo estrella de la pizzería es la salsa (o pasta de tomate) que generosamente empapa (sin llegar a ser desagradable) la masa. Como la abundancia de la salsa a los chefs les agradó la cantidad desperdigada de queso, aunque no le dieron la puntuación máxima en calidad. Un desacierto de la noche fue el ají, que suele ser tan apetecible como las cervezas, en general, los expertos comentaron que le faltó sal.
Casi terminada la cata se acercó a la mesa Eulalia de Cooper, fundadora de la pizzería, y mencionó que en lo que se refiere a ingredientes cuidan mucho la calidad. No utilizan nada que no sea fresco. A Alfredo le pareció interesante que se sirviera el jamón picado finamente y Pablo resaltó que los sabores no se sintieron artificiales. Ambos coincidieron en que faltaron algunas porciones extras de champiñones.
La visita finaliza con una sensación de llenura que se acrecienta con los últimos sorbos de la bebida espumosa. Como al llegar, el local sigue repleto, con comensales esperando en la barra, en la puerta, en los pasillos. Todo igual a como fue en 1981, en 1991, en el 2001. Después de 34 años de trayectoria Roy’s mantiene su receta y su ‘aura especial’.
Precios: entre USD 6,50 y USD 26
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