La guerra mata. Y destruye. Y nos recuerda nuestra miseria moral.
Conviene estar atentos a que la muerte de la democracia no se nos cruce en el camino.
La presencia de mujeres en las cofradías será la garantía de una sensibilidad mayor, capaz de unir tradición, devoción y solidaridad.
Para los cristianos, la comunión de fe, vida y amor se convierte en garantía de crecimiento personal y comunitario.
El filósofo australiano considera que ni el feto ni el recién nacido son personas y, por lo tanto, no tienen los derechos propios de las personas.
¿Sabré mantener viva la memoria en la penúltima vuelta de la vida?
Lo importante no es inclinarse ante el poder y el dinero, sino servir y amar al Ecuador.
La liturgia cristiana nos recuerda en este día, Domingo de Pascua, que hay que caminar, de la mano del Resucitado,
Nuestras élites siguen soñando mundos maravillosos y diciendo un montón de tonterías.
La guerra de nuestro siglo no tiene un único campo de batalla o una única motivación, territorial, ideológica o religiosa.
Los necios políticos piensan que callando al mensajero silencian el mensaje.
La solidaridad va tiñendo de justicia y de esperanza la vida de las personas y de los pueblos.
Muchos de los desequilibrios y patologías que las personas sufrimos se arrastran desde la niñez.
La guerra en Ucrania es una batalla perdida para la humanidad, por el sufrimiento y la muerte de tanta gente.
El Ecuador necesita estabilidad, trabajo, paz e integración, dentro y fuera de casa.
Duele el dolor de un pueblo que, en medio de tanta violencia, no acaba de encontrar un camino de integración y de paz.
Siento que vivir en la incertidumbre exige más valor que tenerlo todo claro.
La escritura presupone la lectura y la escucha.
Si fuéramos un poco más claros y transparentes en el lenguaje tendríamos que decir que vivimos en la mentira.
Las personas de la tercera edad nos vamos conociendo y reconociendo en la farmacia.