He leído los resultados de una encuesta que la Fundación SM de España ha hecho sobre los jóvenes españoles en el pasado y reciente año 2022. Así se titula: “Encuesta Flash Generación de Cristal. Más allá de la etiqueta”. La globalización de la vida, especialmente en el mundo de los jóvenes que circulan por las redes sociales, hace que lo dicho en España valga para otros muchos países.
Muchos jóvenes piensan que los adultos se sienten con el derecho de criticarlos por el mero hecho de ser jóvenes. No digamos si, además de ser jóvenes, son críticos ante la forma de pensar y de vivir de adultos que están llenos de contradicciones y salpicados de corrupción, injusticia y violencia. Entiendo que en este caso la palabra “cristal” viene dada por la fragilidad en la que muchos de nuestros jóvenes viven, por la incertidumbre de no saber qué futuro les aguarda. De ahí a la frustración hay un paso. Y, aunque la realidad es complicada para muchos jóvenes, lo de “cristal” no crean que acaba de gustarme. Siento que vivir en la incertidumbre exige más valor que tenerlo todo claro. No faltan jóvenes que viven con la alfombra roja a sus pies, pero la gran mayoría tiene que superarse y luchar duro por salir adelante. En fin, lo de “cristal” no deja de ser una metáfora.
En Ecuador, como en tantas partes del mundo, los jóvenes tienen que afrontar la meritocracia y la palanca, la ausencia de plata y de oportunidades. ¿Será el esfuerzo la única garantía para el éxito? La cosa se complica en un país como el nuestro en el que la fragilidad no sólo se centra en los jóvenes sino en el propio sistema, en la sociedad en la que tienen que vivir y trabajar. ¿Será por eso que los que pueden atracan su barco a orillas del Hudson o del Potomac?
Nos toca apoyar a los jóvenes y decirles la verdad. No hay varita mágica. Nadie podrá suplir tu esfuerzo, pero hay medios, oportunidades y políticas imprescindibles que hoy, de hecho, nos faltan.