El título es mucho más amplio de lo que parece, tan amplio que es posible abarcar con él toda una vida de sufrimientos, de besos impostados, de entregas fingidas, de pasiones reprimidas por asco o miedo. Resulta tan amplio que envuelve además el desarraigo forzado, la esclavitud y el anonimato de miles de mujeres. Y es que esa noche no es en realidad una sola noche, son todas las noches de esas vidas escritas en clave de terror o suspenso, signadas por los golpes recibidos en los lances de apariencia amorosa que terminan en un hospital o a veces en la morgue, noches surcadas por un alarido, marcadas por las cicatrices de la piel y también las del alma, ésas que nunca, bajo ninguna circunstancia, se logran borrar.
Existen historias que se niegan a morir en el olvido. Otras que, por una u otra razón, están destinadas a ser enterradas entre las capas del pasado. La del exdiplomático Manuel Antonio Muñoz Borrero tiene un poco de ambas, y esa es precisamente la riqueza de la más reciente novela de Óscar Vela, ‘Ahora que cae la niebla’.
Antes de ingresar a los ascensores que llevan al inicio de la exhibición, a cada visitante del Museo del Holocausto en Washington DC se le entrega una pequeña tarjeta de identificación que narra brevemente la historia de una víctima o un sobreviviente del Holocausto. A mí me correspondió la de la hermosa Judith Schwed, asesinada en Auschwitz por envenenamiento con gas cuando tenía 12 años.
¿De qué profundidad puede ser el abismo que se abre de pronto, frente a nosotros, cuando hemos llegado más allá de lo que nos estaba permitido o de los límites que nos exigen la prudencia y el instinto de conservación? Si sucumbimos ante ese foso oscuro e insondable del que desconocemos todo: su extensión, sus peligros, sus formas, ¿seremos capaces de regresar?
Hace pocas semanas el Gobierno dio un golpe decisivo a las mafias que controlaban la zona de Buenos Aires, Imbabura, en la que se desarrollaban actividades de minería ilegal, narcotráfico, esclavitud, prostitución, trabajo infantil y lavado de activos.
El caso de los “Cinco de Central Park” copó la atención de la sociedad estadounidense en 1989 cuando Antron McCray, Kevin Richardson, Korey Wise, Yusef Salaam y Raymond Santana, cuatro adolescentes afroamericanos y uno de origen hispano fueron involucrados en la violación y ataque a Trisha Meili, una joven blanca que hacía deporte esa noche en el emblemático parque de New York.
Los dos temas se tratan estos días en la Corte Constitucional. El matrimonio civil igualitario en virtud de la consulta de norma solicitada por la Corte Provincial de Justicia, derivada de la demanda planteada por Efraín Soria y Javier Benalcázar al Registro Civil; y, la Minería regulada en virtud del dictamen previo de constitucionalidad de una pregunta presentada por comuneros de cuatro parroquias de Imbabura y Carchi.
Cuando la izquierda contemporánea más radical necesita ocultar sus propios fracasos o desviar la atención de los desastres y las tragedias que la persiguen en sus desventuras políticas, o cuando necesita atacar o descalificar a sus oponentes, apela a la misma andanada de acusaciones que, más o menos, se viene repitiendo desde hace décadas: “imperialista”, “capitalista”, “oligarca”, “colonialista”, son varios de los términos que salen de la misma plantilla utilizada por estos curiosos y poco originales personajes.
Todo empezó con unos trazos firmes que definieron su silueta ante los ojos de un pueblo cansado, indignado, ardido hasta la médula después de haber escuchado tantas promesas incumplidas durante todos esos años en los que se habían repetido de manera constante los mismos fenómenos: frustración, crisis, corrupción, derrocamientos, ascensos, nuevas promesas, renovados desengaños…
Frenéticos, extraviados, errantes como pollos sin cabeza, así estamos los votantes frente a la próxima elección de vocales para el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, esa anómala institución ideada por el gobierno anterior bajo la falaz etiqueta del incentivo y promoción del ejercicio de los derechos ciudadanos, que en realidad solo sirvió para reforzar la apropiación de poderes, someter a discreción a sus discípulos y aplacar bajo amenazas cualquier acto real o presunto de disidencia.
Hace muchos años dejé de creer que la gente o era buena o era mala, y que si no te encasillabas en un lado, caías necesariamente en el otro. Esa forma de ver el mundo resulta tan infantil y simplista como creer que los ateos son perversos y los creyentes seres de luz y virtuosismo, o que todo el pensamiento de la izquierda confluye en el comunismo y el de la derecha en el fascismo o en el nazismo. Lamentablemente en nuestra sociedad subsiste aún la visión pueril de encasillar a la gente, a propia conveniencia, entre buenos y malos, dependiendo de si están o no de acuerdo con nosotros, o si combaten o discrepan con nuestras ideas, creencias, ideología o formas de ser o actuar. Recordemos tan solo aquel término de uso coloquial que divide a “la buena gente” de “la mala gente” bajo la acepción de vertiente xenofóbica originada en la rancia aristocracia colonial de la que hoy todavía quedan unos pocos especímenes. En política actuamos de la misma manera, pues sus actores principales, en un
A propósito del momento delicado que vive la Academia Ecuatoriana de la Lengua por el recorte presupuestario general anunciado desde el gobierno, que reduciría en un cincuenta por ciento su ya exigua partida y la colocaría por tanto al borde del abismo, vale la pena recordar que este organismo cultural, el más antiguo del país (creado en 1874) tiene como uno de sus objetivos fundamentales la defensa del idioma, su espíritu y unidad, algo que resulta esencial en estos tiempos de deformación y destrucción de nuestras raíces, entre ellas la del lenguaje castellano.
Este 2018 ha sido fructífero en lecturas de obras que ya son consideradas como clásicos o que bien entrarán un día en esa añorada clasificación. Entre ellas recomiendo: ‘La Sonata a Kreutzer’ de Tolstói, que toma su nombre de una preciosa composición de Beethoven; ‘Trilogía del Vagabundo’ una de las obras cumbres del noruego Knut Hamsun, Premio Nobel de literatura en 1920; ‘Sobre los Acantilados de Mármol’ la bellísima y más simbólica obra del alemán Ernst Jünger; ‘El Sendero de los Nidos de Araña’, la primera novela de Ítalo Calvino, una historia conmovedora de un grupo de partisanos italianos durante la Segunda Guerra Mundial; de Nabokov dos obras poco conocidas pero excepcionales en su estilo irónico y tragicómico: ‘Risa en la Oscuridad’, novela hilarante, y ‘Ada o el Ardor’, quizás su narración más completa y profunda. Una de las obras más hermosas que he leído hasta hoy: ‘Monsieur o el Príncipe de las Tinieblas’, la primera parte del denominado ‘Quinteto de Avignon’ de Lawrence Du
La Junta General de la Académica Ecuatoriana de la Lengua decidió, en votación secreta el pasado 28 de noviembre del 2018, designar a Óscar Vela como Académico Correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.
Haber creído que Yachay, un sitio idílico pero alejado de las grandes urbes, podía ser un centro del conocimiento es una muestra más de la ignorancia y el provincialismo de quienes lo propusieron y autorizaron el despilfarro de recursos públicos en ese elefante blanco.
Escucho voces que hablan de la minería como si se tratara del último y más novedoso azote bíblico. En algunos casos dicen defender las fuentes de agua o la virginidad de tierras paradisíacas, y no dudo en absoluto de que la pureza de los ríos y la intangibilidad de áreas protegidas deba ser defendida por todos los que tengan un real y legítimo interés en la conservación del medio ambiente, pero no creo una sola palabra pronunciada por activistas o defensores gremiales que o bien se benefician de las ONGs, o lo hacen del chantaje a los inversionistas mineros.
Ya han transcurrido algunas semanas desde que el escritor Javier Sierra, que estuviera de visita en nuestro país para la promoción de su novela ‘El fuego Invisible’ (Premio Planeta 2017), me comentara su desazón porque en un viaje a Cuenca no logró conocer la colección de arqueología y objetos antiguos de origen desconocido que perteneció al padre Carlos Crespi, adquirida en 1982 por el Banco Central del Ecuador.
La aparición del audio de la asambleísta explicando a uno de sus asesores los motivos por los que deben aportar el diezmo a su partido, desnuda de cuerpo entero a la sociedad contemporánea, y, dentro de ella, a la clase política que nos gobierna y representa.
El incendio del Palacio Imperial de San Cristóbal, en Río de Janeiro, destruyó no solo un edificio cargado de historia por haber sido la residencia de la familia real portuguesa, sino que además albergaba en su interior más de veinte millones de piezas invaluables para la humanidad.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, América del Sur se convirtió en el territorio ideal para que los nazis, perseguidos rabiosamente en Europa, se ocultaran y rehicieran sus vidas con nuevas identidades. Este éxodo de criminales se dio con la complicidad, entre otros, de miembros del Estado Vaticano y gobiernos de países como Argentina, Brasil, Chile, Paraguay o Bolivia.