Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, América del Sur se convirtió en el territorio ideal para que los nazis, perseguidos rabiosamente en Europa, se ocultaran y rehicieran sus vidas con nuevas identidades. Este éxodo de criminales se dio con la complicidad, entre otros, de miembros del Estado Vaticano y gobiernos de países como Argentina, Brasil, Chile, Paraguay o Bolivia.
Al Ecuador llegaron varios nazis de jerarquía inferior que no eran objetivos esenciales de los cazadores y espías que los perseguían alrededor del mundo. Por esta razón, poco o nada se supo sobre el pasado y el destino final de la gran mayoría. Sin embargo, a mediados de los años cincuenta, un encuentro casual en la antigua terminal del aeropuerto de Quito, le dio pistas a un ciudadano judío alemán de que el hombre con el que había estado charlando y tomando un café a la espera de un vuelo, era uno de los nazis más buscados en ese entonces alrededor del mundo.
Poco tiempo después, este nazi cuyo nombre real era Walter Rauff, fue descubierto y debió huir del Ecuador para refugiarse en Chile donde permaneció hasta su muerte en 1984. Rauff, un coronel de las SS nazis, inventor de los “camiones de la muerte”, es decir del envenenamiento por monóxido de carbono en vehículos del ejército alemán, fue responsable de la muerte de más de quinientas mil personas en los campos de Auschwitz.
En abril de 1945, Rauff fue capturado en Rímini, Italia, e internado en un centro de detención con otros nazis de alta jerarquía. Huyó en 1946 ayudado por un sacerdote napolitano que lo condujo a Roma. Allí permaneció oculto gracias a la intervención del obispo Alois Hudal, que dos años más tarde se encargó de enviarlo a América del Sur, junto a otros criminales, por vías creadas por funcionarios del Vaticano conocidas como “líneas de ratas” (en inglés “ratlines”), a través de instituciones reconocidas de caridad y asistencia humanitaria.
Se sabe que tras un largo periplo por varios países, Rauff llegó al Ecuador en 1949. Vivió en Quito bajo una nueva identidad y trabajó en algunas empresas de origen alemán. En 1958, salió apresuradamente de este país y se radicó en Chile en donde vivió normalmente usando su propio nombre y apellido, trabajando en distintas empresas privadas.
En 1962, Alemania pidió a Chile su extradición, pero este país se negó alegando que entonces su legislación no contemplaba la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad. Más tarde, Rauff colaboró de cerca con el gobierno de Augusto Pinochet e incluso fue vinculado con torturas y asesinatos en los asentamientos de Colonia Dignidad, que fue un conocido centro de detención de la época del dictador.
En un episodio vergonzoso y alarmante que se puede ver aún en la red, Walter Rauff, que murió por causas naturales en 1984, fue enterrado en Santiago de Chile, acompañado por un puñado de amigos fascistas que lo despidieron al grito de ¡Heil Hitler! ¡Heil Rauff!