Vivimos años fatídicos caracterizados por una corrupción, tan burda y violenta, que anestesió y confundió a una gran parte de la población que, en actitud masoquista, bloqueó inconscientemente la capacidad de percatarse de los evidentes y colosales hurtos de que fue víctima durante el gobierno de la RC5.
Esas trágicas vivencias distrajeron a la población de otros sucesos, no menos lamentables, ni dañinos, que afectaban a un universo más pequeño, un hermoso ancestro de generaciones amantes de tradiciones, costumbres y cultoras de la amistad, de las bromas, de la alegría y de una ejemplar solidaridad, la ciudad de San Francisco de Quito “La Carita de Dios”. La dirigieron excelentes alcaldes y cabildos altruistas que trabajaron para el crecimiento y embellecimiento de la ciudad, sin las picardías o los contratos irregulares, condicionados al pago de sobornos, que caracterizaron a los gobiernos municipales de gente fanática inmersa en la revolución ciudadana, caracterizada por abusos y acciones ideológicas absurdas y triviales, como la férrea oposición al arreglo del pesebre gigante, que se expone a la ciudadanía, en épocas navideñas, en el Panecillo, o el sumarse, con un silencio cómplice, a los vándalos que destruyeron calles y edificios de la capital, al mismo tiempo que involucraban a parientes íntimos en sonados casos de corrupción. Esos sucesos truculentos e indignos, se han agudizado, cuál epidemia de difícil solución, con episodios, tan vergonzosos, como la posición mendigante del alcalde que solicita donaciones populares para pagar una multa que le impusieron, por haber hecho proselitismo por una candidata presidencial de su partido, sin mantener la neutralidad que, por su posición de primera autoridad municipal, es una exigencia legal; o que cambia arbitrariamente el tradicional escudo de la ciudad, por un diseño de mal gusto y pobre simbología, que al decir de uno de los burgomaestres ejemplares, el General Moncayo “En nombre del marketing y la publicidad, la Alcaldía ha comenzado a manipular el Escudo de Armas de Quito. Hacerlo implica desconocer los motivos y el mensaje – de varios siglos atrás de historia – que yace detrás de cada elemento de tan importante símbolo”.
Las manchas de mi ciudad se extienden, como brotes alérgicos, en los baches, pequeños, grandes y enormes, de calles y vías urbanas y rurales, como fruto de la incapacidad de las autoridades responsables.
Han transcurrido once años (desde enero del 2013) hasta la conclusión de la obra más importante y costosa de la historia de la ciudad, el Metro, luego de superar problemas técnicos, operativos y supuestas coimas. La planificación y la construcción de este sistema de movilidad masivo dependió de la gestión de cinco alcaldes. Fue inaugurado en diciembre del 2023, pero sin protegerlo con contratos de los imprescindibles mantenimientos, sin los cuales el riesgo de la aparición de desperfectos es sumamente alto y atenta contra la seguridad de los pasajeros y la estabilidad del servicio.
Como un acto adicional, de esta cadena interminable de sucesos, reñidos con la ley y la honestidad, que caracterizaron a los funcionarios, afiliados a Alianza País, el Presidente del Consejo Superior del IESS, de esa época delincuencial, vendió un tesoro patrimonial de la capital, El Hotel Quito, en un precio irrisorio, a un consorcio chino. Esta obscura negociación ha encontrado una férrea oposición por parte de varias organizaciones cívicas que exigen la reversión de la venta del Hotel, para evitar la construcción de un rascacielos, que daría ganancias a todos los involucrados en este complot de vendedores, compradores y constructores. El Alcalde, que guardaba silencio, ha hecho un pronunciamiento que beneficia a la empresa china y perjudica a nuestra ciudad. Quito espera y necesita un burgomaestre que defienda sus intereses y la haga respetar.