Haber creído que Yachay, un sitio idílico pero alejado de las grandes urbes, podía ser un centro del conocimiento es una muestra más de la ignorancia y el provincialismo de quienes lo propusieron y autorizaron el despilfarro de recursos públicos en ese elefante blanco.
Un reciente evento dejó más claro que nunca cuáles son las fuerzas que atraen a los talentos que, de manera tan ilusa, se quería llevar a Yachay: Amazon, una de las empresas más grandes del mundo, anunció hace poco que quería abrir una segunda “oficina matriz”, aparte de la que tiene en la ciudad de Seattle (noroeste de EEUU.).
Dado el tamaño de Amazon, esta iba a ser una enorme “oficina”, con unos 50 000 empleados y, adicionalmente, requeriría de la inversión en los edificios necesarios para albergar a tanta gente.
Varias ciudades norteamericanas arrancaron con campañas para conquistar a Amazon. La creación de tantos puestos de trabajo extraordinariamente bien pagados es algo que a ninguna ciudad del mundo le sentaría mal. En realidad, para muchas ciudades, eso sería como sacarse el premio gordo de la lotería, por todo el efecto que produciría en la economía local, que tendría que atender el consumo de 50 000 familias con altos niveles de ingreso.
Muchas ciudades medianas y grandes ofrecieron a Amazon jugosos beneficios tributarios a cambio de ser seleccionadas. No era para menos porque la empresa está, entre otras cosas, creando algunos los negocios más futuristas que hay, vendiendo libros electrónicos y colocando micrófonos que interactúan con su dueño y son capaces de venderle cualquier cosa con un simple comando de voz.
El nivel de “cortejo” que desplegaron algunas ciudades fue casi vergonzoso e incluso algún gobernador dijo que estaba dispuesto a cambiarse de apellido para atraer al coloso del comercio electrónico.
Para los brillantes cerebros de la Revolución Ciudadana, la manera de atraer a Amazon hubiera sido ofrecerle incentivos tributarios y darle algunos miles de hectáreas de tierra en algún sitio con bonita vista, pero resulta que la empresa se decidió por los dos sitios extremadamente distantes (conceptualmente hablando) de Yachay. Decidió poner dos “medias matrices”, una en Nueva York y otra en Washington. La razón que se dio es que en esas ciudades era más factible conseguir la gente con el talento necesario para un negocio tan innovador.
Porque eso es lo que los provincianos genios revolucionarios nunca captaron: el talento tiende a ir donde ya está el talento (y no donde el paisaje es bucólico). Guayaquil o Quito hubieran sido mil veces superiores al lindo valle de Urcuquí, no en belleza paisajística, pero sí en producción intelectual y en mejor uso de los recursos públicos.