Pareciera que Esmeraldas ha sido abandonada a su suerte. Al menos esa es la sensación que se tiene de esta provincia, porque poco se ha hecho -por no decir nada- para ayudarla a salir de sus crisis y desgracias, que experimenta desde finales del 2015.
Los ambateños deben sentirse orgullosos de que pese a la crisis económica que vive el país, la ciudad ha podido generar más empleo y su economía se ha dinamizado muy bien, por lo menos en el último año.
Seguramente, más de uno se habrá despechado de emprender un viaje en avión a Guayaquil, Manta u otro lugar del país con tan solo escuchar que el pasaje cuesta hasta casi USD 400.
Diez ecuatorianos viajan a Japón y no precisamente por turismo. Van a aprender cómo se hace para protegerse de tsunamis y terremotos.
Da la sensación de que son pocas las acciones que se han tomado para evitar la amenaza de la flota pesquera china, que se ha instalado frente a las Islas Galápagos.
Las vacaciones escolares de la Sierra han puesto en evidencia la urgencia de culminar la ampliación de la vía Alóag-Santo Domingo. Desde el mes pasado, los usuarios debemos emplear hasta una hora más de viaje, debido a los cuellos de botella que se forman en los tramos donde aún hay dos carriles.
Antes de que el aeropuerto Cotopaxi corra la misma suerte que su par de Jumandy (Tena), las autoridades consiguieron que por lo menos una nueva aerolínea de carga entre a operar para llevar la producción de la Sierra central.
Bahía de Caráquez sigue siendo tranquila y hospitalaria, aunque ahora se vea y se sienta solitaria. Es cierto que los escombros la tienen un poco aislada, sin embargo, los vecinos y las autoridades se han empeñado en reactivarla.
Admiración y aplausos. Lo merecen los manabitas de Portoviejo y Manta que no han perdido un solo minuto para volver a levantar sus negocios. Seguramente, de ese mismo entusiasmo deben estar contagiados en Pedernales, Jama, Canoa, Bahía...
Los japoneses tienen una máxima muy simple: el costo de la prevención es mucho más barato que la reconstrucción.
Cuando se ven las imágenes de puentes y carreteras partidos por la mitad surgen varias interrogantes. Por ejemplo, nos preguntamos de qué materiales están hechos, por qué no resisten al invierno, por qué se caen con las primeras lluvias, quién o qué empresa las construyó... y así podemos hacer una larga lista de inquietudes.
Los tsáchilas son buenos compradores, es decir son clientes seguros. Y su provincia está en un lugar, que seguramente algunas envidian: es una zona de paso casi obligada para quienes van y vienen entre la Sierra y la Costa.
El Gobierno ha dicho que su meta es concesionar el 35% (1 500 kilómetros) de las carreteras ecuatorianas hasta el 2020, bajo la modalidad de la inversión público-privada.
Cuenca siente alivio al contar nuevamente con su aeropuerto en funcionamiento, tras 139 días de problemas porque la pista estaba en mal estado.
Desde que los municipios asumieron la competencia del manejo del transporte público en sus ciudades, casi todos comenzaron a pagar subsidios a los transportistas con el fin de que no subieran el valor de pasaje de USD 25 a 0,30.
Aunque ya se lo ha dicho y aunque suene repetitivo, lo que ocurrió el 16 de abril en Manabí y Esmeraldas puso en evidencia la falta de preparación, prevención y una total ausencia de control en la calidad de las edificaciones. Eso no tendría que volver a repetirse, porque el terremoto del 16 de abril nos dejó la dura lección de que vivimos en una zona altamente sísmica y que cada cierto tiempo nos vamos a enfrentar terremotos. Este dato tampoco es nuevo, pero a las autoridades siempre se les olvida y también a los habitantes. Pronto se nos olvidaron los terremotos de Bahía y de Pujilí. Las réplicas y los sismos que se han producido por fuera de la franja del terremoto de Pedernales, en los últimos tres meses, nos alertan que esa zona costera sigue activa. Así sea que en un año dejemos de sentir los efectos del sismo del 16 de abril, la tierra va a seguir temblado en el centro y norte de Esmeraldas; es decir, continuará acumulando energía y presión. Los datos históricos indican que entr
No han pasado ni dos meses del terremoto del 16 de abril y la ayuda para los damnificados de Manabí y Esmeraldas ha empezado a decaer. La presencia de los voluntarios también ha disminuido lentamente.
No hay argumentos que dejen satisfechos a los turistas que debieron emplear hasta ocho horas de viaje para llegar a Quito, luego de tres días de descanso por Semana Santa.
Los habitantes de las poblaciones de Armero y Chinchiná, cercanas al volcán Nevado del Ruiz (Colombia), nunca creyeron que el coloso erupcionaría. Tampoco las autoridades.
El gran desastre que dejó el fenómeno de El Niño entre 1997 y 1998 no sirvió de mucho aprendizaje para las autoridades, en especial las seccionales.