Los habitantes de las poblaciones de Armero y Chinchiná, cercanas al volcán Nevado del Ruiz (Colombia), nunca creyeron que el coloso erupcionaría. Tampoco las autoridades.
A las 21:00 del jueves 13 de noviembre de 1985, el volcán soltó su furia y arrasó con esas dos zonas de los departamentos de Tolima (Armero) y Caldas (Chinchiná). Mañana se cumplirán 30 años de esta catástrofe en la que perecieron 23 000 personas.
Los vecinos del volcán Tungurahua tampoco creían que erupcionaría, pero lo hizo en agosto del 2006, y ya vamos 16 años con ese proceso. Ahora, con el Cotopaxi todavía hay quienes piensan que esta elevación -una de las más peligrosas del país y el mundo- se dormirá o que posiblemente no pasará nada. Luego de la terminación del estado de excepción, en octubre, la mayoría de los pobladores de Cotopaxi y del valle de Los Chillos cree que el coloso dejó de ser una amenaza.
La tragedia en Armero es la prueba de que hay que prepararse (obligatoriamente) para resistir una amenaza volcánica.
Talvez se pueda justificar la tragedia con argumentos de poco peso, como que en esa época no se tuvieron las suficientes herramientas para mitigar el enorme impacto, que no se disponía de suficiente información sobre el estado del volcán, mapas de amenazas o riesgos, que no había una interacción inmediata y otras tantas razones. Sin embargo, no fue así, porque se pudo evitar una de las tragedias más dolorosas para Colombia.
Esa época ya pasó y al menos en Ecuador, el Cotopaxi es uno de los volcanes mejor monitoreados y estudiados, por lo que contamos con información suficiente para actuar antes de que ocurra lo peor.
No tenemos ningún tipo de justificación -ni los habitantes y menos las autoridades- para no prepararnos, aprender y estar en alerta (no con miedos ni pánicos) para protegernos si se produjera una erupción de este volcán, que despertó en abril de este año. No nos olvidemos de la catástrofe de Armero. Antes que creer, informémonos y preparémonos.