Cuando se ven las imágenes de puentes y carreteras partidos por la mitad surgen varias interrogantes. Por ejemplo, nos preguntamos de qué materiales están hechos, por qué no resisten al invierno, por qué se caen con las primeras lluvias, quién o qué empresa las construyó… y así podemos hacer una larga lista de inquietudes.
Hace dos semanas quedó destrozado el puente que une Engabao con Puerto Engabao, en el cantón Playas (Guayas), luego de la crecida del río. Paralelamente, se cayó una parte de la carretera El Carmen – Río de Oro, en Manabí. En la fotografía de esta última se ve una delgada capa de asfalto, que sucumbió ante un deslizamiento, luego de los fuertes aguaceros.
Esos son apenas dos casos de infraestructura vial dañada, porque hay muchos, en las más de 15 provincias, que han sido afectadas por las inundaciones y desbordamientos de ríos, desde que comenzó la época invernal.
Por las condiciones inestables de esas zonas -mucho más vulnerables cuando llega el invierno- esas obras tendrían que estar hechas para soportar cualquier evento adverso. Tomemos en cuenta que el actual invierno no es muy grande según la explicación que dio esta semana el viceministro de Gestión de Riesgos, Ricardo Peñaherrera.
Ese invierno no muy grande ha puesto en evidencia la fragilidad de esas construcciones. ¿Qué otros destrozos acaso más graves habrá más adelante si la etapa invernal se recrudece? El temporal también ha mostrado las pésimas calles -mal construidas o ya obsoletas- de las urbes, como Quito, Santo Domingo, Esmeraldas, El Carmen, por mencionar algunas. En todas aparecen cientos de huecos y esa realidad se repite cada año de lluvias. Nadie fiscaliza, nadie rinde cuentas y nadie se hace responsable por las construcciones de mala calidad.
Tampoco, nadie ha dicho quién va a responder por esas inversiones perdidas, que finalmente son financiadas por los impuestos que pagamos los ecuatorianos.
Réplica solicitada por Byron Galarza, director de Comunicación de la Secretaría de Gestión de Riesgos