Aunque ya se lo ha dicho y aunque suene repetitivo, lo que ocurrió el 16 de abril en Manabí y Esmeraldas puso en evidencia la falta de preparación, prevención y una total ausencia de control en la calidad de las edificaciones.
Eso no tendría que volver a repetirse, porque el terremoto del 16 de abril nos dejó la dura lección de que vivimos en una zona altamente sísmica y que cada cierto tiempo nos vamos a enfrentar terremotos.
Este dato tampoco es nuevo, pero a las autoridades siempre se les olvida y también a los habitantes. Pronto se nos olvidaron los terremotos de Bahía y de Pujilí.
Las réplicas y los sismos que se han producido por fuera de la franja del terremoto de Pedernales, en los últimos tres meses, nos alertan que esa zona costera sigue activa. Así sea que en un año dejemos de sentir los efectos del sismo del 16 de abril, la tierra va a seguir temblado en el centro y norte de Esmeraldas; es decir, continuará acumulando energía y presión.
Los datos históricos indican que entre Jama y el norte de Esmeraldas se han producido terremotos devastadores. En Jama hubo uno de 7.8 grados en 1942, en el norte de Esmeraldas -frontera con Colombia- ocurrió uno más fuerte de 8.8 grados en 1906 y ahora el de Pedernales.
Ese comportamiento nos está avisando que los sismos de gran magnitud se presentarán nuevamente.
La única manera de reducir o mitigar los impactos de nuevo desastre es comenzar y fortalecer el sistema de prevención y preparación de la población en ese bloque de la franja costera. De aquí en adelante, los municipios, el Gobierno central y la población tienen la prioridad de aplicar esa política de prevención de riesgos de gran aliento y a largo plazo.
Esmeraldas hará mañana su simulacro de evacuación para estar listos ante un terremoto. Este ejercicio es una buena práctica, pero no tiene que ser el único ni como reacción al miedo por los últimos temblores.