Los japoneses tienen una máxima muy simple: el costo de la prevención es mucho más barato que la reconstrucción.
Podría sonar a una obviedad, pero en el caso de Japón es una práctica que comenzó en 1960, luego de identificar que el 50% de su población de ese país vive en zonas susceptibles a inundaciones y que el 75% de los bienes se encuentra en riesgo.
Los técnicos de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón aseguran que un dólar de inversión en prevención puede ahorrar 7 dólares en la recuperación.
En este momento, un 2% de su presupuesto está destinado para la prevención de desastres, no solo para evitar daños materiales, sino para reducir la cantidad de víctimas. En 1960, la cifra de muertos llegaba a 500 personas por año, ahora son de 20 a 30.
Esa inversión se convirtió a largo plazo en filosofía de vida. Los japoneses desarrollan su día a día sobre estructuras y edificaciones sismorresistentes y de última tecnología para prevenir daños de terremotos -los más frecuentes-, tsunamis, inundaciones de ríos, tifones y erupciones volcánicas.
Ese presupuesto de inversión preventiva va para centros de investigación, parques para que la población aprenda a prepararse a los terremotos, capacitación de técnicos de Japón y de otros países -sobre todo de Latinoamérica, campañas de difusión, actividades como simulacros de evacuación y un sinnúmero de programas para estar en mejores condiciones ante un desastre.
Todo suena a perfección, pero no es así. Llevan más de 50 años en esta compleja tarea y aún deben lidiar con las personas adultas mayores que en vez de evacuar tratan de rescatar el dinero u objetos valiosos de sus casas.
La recuperación de la memoria también es parte de su filosofía de prevención. En la ciudad de Sendai, a 340 kilómetros de Tokio, se levanta un memorial del terremoto del 11 de marzo del 2011, para aprender de las cosas que hicieron mal y dejar información valiosa para las generaciones del futuro.