Cuando a Virginia Imaz le preguntaron de niña por lo que soñaba con ser de grande, ella dijo, sin dudarlo, que quería ser abuela. Lejos de relacionarlo entonces con la maternidad o la vejez, esto se enfocaba con ser abuela con contar historias. “Yo pensaba que contar era una manera de ser gente y lo sigo creyendo”, dice la narradora oral española.
El repentismo (o canto de improviso) es una forma de poesía popular que en la oralidad del pueblo montuvio toma forma en decires y cantos, en la que todo se improvisa menos la estructura. Los repentistas campesinos de la Costa improvisan sobre décimas o coplas amorfineras, mezcla de humor y romanticismo.
Decenas de cuentos, canciones y chigualos están en la memoria de mujeres y hombres manabitas que se sienten orgullosos de estos conocimientos tradicionales.
Desde este lunes 9 de abril hasta el 14 de abril de 2018, Quito será sede del I Encuentro Internacional de Narración Oral Patrimonial ‘Mishki Shimi’, evento enmarcado dentro de la celebración por los 40 años de la declaratoria de Quito como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Un taller de amorfinos y tradición oral realizó la Casa de la Cultura en el cantón Pedernales, a inicios de esta semana. Decenas de ciudadanos involucrados en la danza, el baile y teatro asistieron al taller que estuvo dirigido por Raymundo Zambrano, quien habló sobre el amorfino y la tradición oral como cultura del montuvio manabita.
Los guardianes de la tradición oral del norte de la provincia de Esmeraldas piden mayor atención de las autoridades para no permitir que el canto que identifica al pueblo afro se pierda, por la influencia de otros ritmos.
Tras la ingesta de ‘natem’ (o ayahuasca), Raquel Antun Tsamaraint tuvo una visión. Ella y los miembros de su tribu con los que estaba en el río tenían grandes garras y manchas negras en la piel, como el tigre al que llaman ‘yanpinya’. Ella quiso hablar, pero solo articuló un rugido.
Tras la ingesta de ‘natem’ (o ayahuasca), Raquel Antun Tsamaraint tuvo una visión. Ella y los miembros de su tribu con los que estaba en el río tenían grandes garras, colas juguetonas y manchas negras en la piel, como el tigre al que llaman ‘yanpinya’. La mujer cuenta que quiso hablar, pero solo articuló un rugido.
Son salas pequeñas. Miden aproximadamente 2,5 metros de ancho por 3,5 de largo. Todas tienen un quipo de grabación y fueron inauguradas la mañana de ayer, en la Unidad Judicial de lo Civil, al norte de Quito.
La evaluación para este año tendrá un nuevo ingrediente. A los jueces ya no se les evaluará solo por el número de juicios despachados y por la calidad de estos pronunciamientos.
Luego de 20 años, dos antiguos centros ceremoniales tsáchilas se desmontaron y en su reemplazo se levantaron otros nuevos, que pusieron fin a una época de tradiciones.
Un homenaje a Bradán, el santo irlandés conocido como ‘Borondón’ y la referencia a un mulato llamado Bartolomé, a quien le decían el ‘Sambo Rendón’, están en el libro ‘Había una vez en Samborondón...’, que aborda los posibles orígenes del nombre del cantón en un volumen que rinde tributo a la oralidad.
Historias que echan mano de la interacción con los espectadores y apelan, sobre todo, a la imaginación del público infantil. Cuentos con moraleja, con una cierta carga reflexiva, o sencillos circunloquios ideados para convocar a la risa. Así son las historias que cuenteros y cuenteritos latinoamericanos relatan en el marco del XII Encuentro de Narradores Orales Infantiles Un cerrito de cuentos.
En el Ecuador existen 13 lenguas indígenas y, por primera vez, se las podrá visualizar e interrelacionar en mapas. Esto gracias al proyecto Geolingüística Ecuador, que se impulsa en la Universidad Católica.
Dejar de copiar y de realizar simples proyecciones estéticas de lo folclórico para asumir esa cultura como propia y comenzar a crear nuevas propuestas. Ese es el reto de la tradición montuvia en la danza, la música y el teatro ; en los amorfinos y el contrapunto, según concluyó el músico Schubert Ganchozo, que participó el fin de semana pasado en el primer Festival de Artes Escénicas de la Oralidad Manabita, organizado por la Casa de la Cultura con sede en Portoviejo.
La historia de dos jóvenes enamorados que se escapan de casa le sirvió al grupo Ceibal, del colegio Nacional Olmedo, de Portoviejo, para armar un montaje que incluyó teatro, danza y canto montubio, amorfinos y contrapuntos, además de una representación del chigualo manabita.
En una suerte de coliseo en la Casa de la Cultura, núcleo de Manabí, ensayan a un mismo tiempo break dance (cinco jóvenes practican volteretas y contorsiones sobre el piso), y una veintena de colegialas reproduce movimientos sensuales de un baile pop frente a un espejo.
Asencia Masaquiza, Lorenzo Chiliquinga y Rufino Masaquiza tienen algo en común: los tres son considerados ‘taitas’ o sabios de la comunidad Salasaka, en Pelileo, (Tungurahua). A ellos se les considera los guardianes de la lengua, la vestimenta y la cultura de este pueblo mitimae, que llegó en 1 400 procedente de Bolivia.
Hablar en Manabí sobre amorfinos, chigualos, poesía y teatro es abarcar la oralidad, que ya es un sello identitario de la provincia. Este fin de semana (30 y 31 de enero), decenas de colegiales ratificarán este hecho al participar en Primer Festival de la Oralidad Manabita.
¡Ve muchacho andate pal cucho!, le dice Romelia Ayoví, una mujer afro de 42 años, a su hijo de 6. Con una amplia sonrisa, Ayoví señala que esta forma de comunicación que usa con sus hijos la aprendió en su natal Selva Alegre, una población del cantón Eloy Alfaro, en el norte de la provincia de Esmeraldas.