El reto de la tradición montuvia es dejar de ‘representar’ para ‘ser’

Schubert Ganchozo (izquierda) durante su presentación en Portoviejo el fin de semana pasado, en el marco del Primer Festival de Artes Escénicas de la Oralidad Manabita. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO

Dejar de copiar y de realizar simples proyecciones estéticas de lo folclórico para asumir esa cultura como propia y comenzar a crear nuevas propuestas. Ese es el reto de la tradición montuvia en la danza, la música y el teatro ; en los amorfinos y el contrapunto, según concluyó el músico Schubert Ganchozo, que participó el fin de semana pasado en el primer Festival de Artes Escénicas de la Oralidad Manabita, organizado por la Casa de la Cultura con sede en Portoviejo.
“No hay que representar al montuvio, sino ser montuvio, esa es la premisa, y estamos ya en ese camino”, indicó Ganchozo, que fue jurado en un concurso intercolegial y además formó parte de un panel sobre tradición oral.
Ese cambio de concepción es patente sobre todo en la música, según coincidió el actor manabita Raymundo Zambrano, ícono de la tradición oral de la provincia. Gran parte de los temas de la música montuvia que se cantan y bailan hoy son canciones contemporáneas, que escapan a la definición de folclor pues están lejos de ser anónimos y hacen parte de la cultura viva actual.
En lugares como Calceta (Manabí) existen jóvenes que fabrican y tocan instrumentos de caña guadúa y están cantando nuevos amorfinos partiendo del respeto hacia la tradición. Ganchozo también ve una apropiación de lo folclórico en el trabajo de grupos manabitas como Los Mentaos de la Manigua, Pura Caña y Los Carapachos. Canciones como Cosas ricas de mi tierra o Mi escuelita, del repertorio de Bambú Ensamble y que ya suenan como clásicos tradicionales, tienen a lo sumo un lustro de antigüedad.
“En la danza hay que trabajar todavía un poco más, de nada sirve disfrazarse”, indicó el músico y cantante guayaquileño. “Hay que concientizarse y asumirse como montuvio. La gente cae en la mera representación y la cosa no es así, los grupos de danza no deben representar al montuvio, deben representarse a sí mismos; la tradición exige compromiso”.
Algo similar pidió para la creación y declamación de amorfinos, que según la visión del artista “tienen que ser de ahora” y no tienen que seguir exagerando el dejo tan rasgado de los antiguos pobladores, pues también pueden declamarse “con otra picardía, con otra tensión y pulsión”.
El trabajo de Zambrano ha estado signado por la tradición oral. “Las historias más lindas -dice- las he vuelto teatro o cuentería, me las contó mi papá y yo tengo la obligación de contarlas de otra manera, sin que pierdan el espíritu. Hay que añadirles un trabajo escénico, de ritmo e imprimirles la perspectiva de un espectáculo”.
Aunque es más conocido por su trabajo como actor y director teatral, Zambrano hace parte de esa revitalización del amorfino como género musical. Es compositor de canciones con la métrica del amorfino, en octosílabos. Y el año pasado lanzó el disco ‘Música montuvia, amorfinos y contrapuntos’. En el disco hay tres temas tradicionales y ocho de su autoría, producidos y musicalizados por Tito Macías, que con 36 años “es una eminencia de la música montubia”, a criterio de Zambrano.
El actor graba sus canciones a partir de la base de un instrumento de cuerdas de caña guadúa, el quinto, “un invento” de Schubert Ganchozo, fusión entre el cuatro venezolano y la vihuela mexicana. “Queremos internacionalizar el amorfino, ponerlo de moda”.
Yuri Palma, director del grupo de música y danza Los Mentaos de la Manigua, dice que su trabajo desde el 2007 hasta ahora ha consistido en la recuperación y la “revitalización” de la música folclórica, difundiendo un patrimonio sonoro desconocido para muchos.
Aunque está de acuerdo en que hay que avanzar hacia la creación de nuevas propuestas, para el grupo también es crucial rescatar ritmos de la música autóctona como la ‘jota’ y el ‘galope’ montubio y que “se encuentran en la memoria de nuestra gente de la campiña manabita”.