¿Q ué es ser de izquierda? La polémica ha reaparecido esta semana en las páginas de EL COMERCIO, a propósito del artículo del columnista Vicente Albornoz (edición del domingo 10 del presente mes). En su intervención, Albornoz concluye la indiscutible filiación del régimen de Correa con esa corriente ideológica; pero va mas allá, plantea que la preferencia por la igualdad hace de la izquierda esencialmente antilibertaria. Para ilustrar la tesis se muestran como ejemplos regímenes que han derivado en dinastías totalitarias, como Cuba y Corea del Norte.
La p osición de Albornoz no ha tardado en ser replicada por parte de destacados analistas en el campo académico, como Enrique Ayala y Simón Pachano; ellos advierten en tono de reclamo político el primero y de precisión histórica el segundo, una supuesta simplificación de argumentos en la postura de Albornoz, y reivindican el compromiso de la izquierda contemporánea con la libertad.
Ciertamente, la postura de Albornoz es reductiva si se hace referencia a la diversidad de posiciones que se reclaman de izquierda, pero tiene el valor de haber provocado el debate y de haber re saltado una característica que es central en toda postura de izquierda que es su compromiso por la igualdad por encima de su compromiso por la libertad. La libertad puede ser sacrificada en el camino de la construcción de la igualdad social y económica.
En el origen ortodoxo de las posturas de izquierda está la subestimación que esta corriente realiza respecto de la política y del Estado, los cuales aparecen como superestructuras, dependientes de la estructura económica. En esta visión no hay espacio para la libertad y para los derechos; estos son puras ficciones ideológicas que cumplen una función de cimentación y reforzamiento de esa explotación; en esta visión los derechos no son reconocidos en su especificidad emancipadora, y el Estado debe necesariamente ser abatido.
La izquierda contemporánea ha llegado a revertir esta construcción propia de la izquierda ortodoxa pero su intervención no ha logrado aún concretarse en sistema político, en propuesta programática con capacidad de viabilidad histórica. Quizás el intento más acabado sea el realizado por el llamado ‘marxismo occidental’ que hoy se conoce como ‘Teoría Crítica’ o ‘Escuela de Frankfurt’; para esta corriente lo que está en juego es la afirmación de una ‘racionalidad del dominio’, cuya consecución puede darse blandiendo banderas de izquierda o de derecha; la transformación, si es que esta es posible, deberá acontecer solamente si se está dispuesto a revertir esa lógica del dominio que es racionalidad tecnocrática revestida de carisma personalista. Una combinación enormemente adversa para la vigencia de las libertades, en particular de las individuales, que al final son las únicas que cuentan.