El país debe tener presentes los nombres de los asambleístas que redactaron la constitución de Montecristi, principal causante del caos institucional que vive la nación. Una carta política, extensa, farragosa, inconsistente, contradictoria, mentirosa, fraudulenta -pues incluye normas que jamás se discutieron ni aprobaron-y extranjerizante, ya que fue inspirada por dos profesores españoles que recolonizaron a algunos países de América Latina embobados con el azote llamado Socialismo del Siglo XXI.
Tiene 440 artículos, 31 disposiciones transitorias y 35 artículos adicionales del régimen transitorio que, en total, ocupan 173 páginas del Registro Oficial. Este mamotreto ha descoyuntado a la nación con normas tan torpes como crear 5 poderes o funciones en lugar de las tres –Legislativo, Ejecutivo y Judicial– que vienen desde Montesquieu y son propios de las democracias estructuradas. Creó ese engendro maligno que es el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, cuyo dominio los políticos se pelean a dentelladas para tener cooptadas las autoridades de control. La reelección indefinida del jefe de Estado, que se convierte en dictadura disfrazada. O el trasplante incompleto y tonto de una institución propia de los sistemas parlamentarios que permite disolver el órgano legislativo y llamar a elecciones generales para apenas completar el período interrumpido. U otras tan intrascendentes como denominar Corte Nacional, a la tradicional Corte Suprema, Consejo Nacional Electoral, al Tribunal Supremo Electoral, Asamblea al Congreso, etcétera.
El espacio de este comentario sería insuficiente para apenas enumerar los defectos de la Constitución de 2008 que, según sus autores, debía durar 300 años, pero que pronto ellos mismos impulsaron sus reformas.
Con mala fe se dice que fue el pueblo, con una votación de más del 63% de los sufragios quien la aprobó, pero se oculta que menos del 1% de los votantes siquiera la leyó, menos la estudió y la comprendió. La enorme mayoría acudió a las urnas embobadas por los encantadores de serpientes que proclamaban la excelsitud del documento de Montecristi, que sería la piedra angular del nuevo Ecuador.
No existe ley que establezca la responsabilidad personal y pecuniaria de los causantes del actual estado de descomposición de la República, pero al menos es mandatorio no olvidar sus nombres para escarnio público en esta hora de trastorno nacional.