Los efectos de la sequía van más allá de Ecuador y de la generación eléctrica. Es un problema severo y significativo para toda Latinoamérica.
Este estiaje pone otra vez en debate el cambio climático y la gestión ineficiente de los recursos hídricos.
El Gobierno ecuatoriano está preocupado por los 67 días que no se registran lluvias de importancia en Cuenca. Eso ocasionó que las reservas se reduzcan a una velocidad de casi un metro diario en la presa de la hidroeléctrica Mazar. El tercer estiaje en 12 meses.
Una preocupación muy válida por todos los efectos que implicarán los nuevos racionamientos eléctricos, pero el tema va más allá.
El suministro de agua potable y los alimentos son temas que también deben preocuparnos.
En los mercados de Cuenca, el precio de las verduras y frutas sube. Los vendedores atribuyen ese aumento a la falta de lluvias.
La sequía no solo reduce la cantidad de agua disponible para el riego, sino que también incrementa la competencia por los recursos hídricos entre diferentes sectores.
El consumo doméstico está afectado. Las autoridades de Cuenca pidieron que la ciudadanía ahorre un 20%. En los primeros días se logró el 10%. Pero si la sequía se prolonga, los cortes de seis a ochos horas se concretarán.
Y los problemas se repiten en otras regiones. La sequía en Bogotá ha llevado a que los embalses que abastecen a la ciudad estén en niveles críticos. Y la crisis no es solo consecuencia de la falta de lluvias, sino también del crecimiento urbano y la deforestación.
Lo que hoy ocurre debe llevarnos a un nuevo nivel de conciencia. A largo plazo, las sequías contribuirán a un ciclo vicioso de pobreza y desestabilización económica.
Sin una respuesta adecuada de los gobiernos con políticas efectivas para mitigar el impacto de estos fenómenos climáticos, es probable que los productores agrícolas abandonen sus actividades y los racionamientos de energía eléctrica y agua sean más frecuentes.