La idea de una renta básica universal no es nueva, pero en el Ecuador su ingreso en el debate público es más bien reciente. Lo interesante es que quienes la han traído al país lo han hecho copiando de una manera mecánica lo que se propuso para realidades muy distintas a la nuestra.
El concepto de un ingreso mínimo, pagado por el Estado para todos los miembros de una sociedad, puede parecer positivo, pero incluso un mínimo análisis desnuda sus múltiples debilidades, siendo la más obvia los costos que implicaría, pero también siendo importantes los incentivos que podría generar para que las personas dejen de trabajar y se cree, en un escenario extremo, una sociedad de parásitos.
Pero, a pesar de eso, algunos políticos lo han lanzado en esta campaña. La propuesta tiene un innegable atractivo electoral, como lo tendría cualquier otra idea que hoy ofrezca a los ecuatorianos un poco de estabilidad y tranquilidad económica. Si cada ecuatoriano recibiera una cantidad equivalente a un salario básico, muchos problemas y preocupaciones desaparecerían para un gran número de ellos.
Claro que eso abriría un problema fiscal inmanejable y podría crear dañinos incentivos éticos, pero el punto de este artículo es analizar de dónde salió la idea original y por qué está tan lejos de nuestra realidad.
El concepto de asegurar a todos los miembros de una sociedad un ingreso mínimo viene de países muy ricos, donde se considera que ciertos avances tecnológicos pueden dejar en el desempleo a grupos importantes de la población. Por ejemplo, podría ser que algún día los vehículos autónomos dejen sin empleo a los taxistas.
Esto podría generar dos problemas. El primero, tener un grupo de la población que, sin tener ninguna culpa, pase al desempleo y, segundo, que de ahí podría arrancar una oposición al progreso tecnológico.
Dado que el avance tecnológico es algo deseable para la sociedad y considerando que, para ciertas personas, los más recientes desarrollos en automatización podrían causar un desempleo masivo, se pensó que una manera de dar algo de justicia a la sociedad, sin frenar su avance, era esta renta universal.
Los suizos, por ejemplo, han discutido largamente este tema y hasta lo llevaron a una consulta popular en 2016 (donde lo rechazaron el 77% de los votantes), pero parece clave entender que ese debate se da en una de las sociedades más ricas del mundo, en donde existe una riqueza que se puede repartir con el fin de apoyar el progreso.
Mientras tanto, lo que vemos aquí es una copia mecánica de esa propuesta, que se la quiere debatir en un país donde nadie se siente amenazado por la tecnología y donde el problema es generar más riqueza y no es ponerse a repartir algo inexistente.