El Estado —sus funcionarios y sus instituciones— suelen lavarse las manos de responsabilidades que son suyas y lanzar la pelota fuera de la cancha en varias esferas de la vida nacional. Por eso no les gusta el performance que se volvió viral, también, en Ecuador. Porque “Un violador en tu camino”, de Las Tesis, señala al Estado opresor como el macho violador. Si la culpa no era mía ni donde estaba ni cómo vestía… ¿de quién es la culpa? ¿Han visto acaso cómo se re-victimiza a una mujer víctima de abuso en el sistema judicial? ¿Han visto cómo se anuncia que se va a quitar el presupuesto para cumplir lo estipulado para la ejecución de la Ley para Erradicar y Prevenir la Violencia Contra la Mujer sin que a nadie se le mueva un pelo? ¿Han sabido cuántas veces han estado a punto de cerrar las casas de acogida que hay en el país para proteger y ayudar a mujeres víctimas de la violencia por falta de presupuesto? ¿Saben cómo éstas subsisten? Por lo general… gracias al coraje y esfuerzo de otras mujeres convencidas de su tarea de ayudar a mujeres maltratadas y, si reclaman fuerte, de alguna migaja dada por alguna institución luego de muchos reclamos. ¿Nadie tiene responsabilidad de las altísimas cifras de madres adolescentes, que por lo general son producto de violencia sexual? Los gobiernos presupuestan para carreteras, para armas y para trajes de robocop, pero le quitan presupuesto a un asunto tan esencial, sin empacho. Entonces no se quejen por la canción y asuman alguna responsabilidad.
Y en esto de que la culpa no era mía —ni dónde estaba ni donde vestía— cabe como anillo al dedo a otro penoso tema: el secuestro de los tres que todavía nos faltan. Ahora resulta que ellos tuvieron solitos la culpa de su desgracia. Igual que con las mujeres, acá se culpa a las víctimas. Pero…el secuestro de los periodistas Paúl, Efraín y Javier pasó a ser asunto de Estado el mismísimo momento en que sus captores pidieron, no un rescate, a manera particular a sus familias o al medio de comunicación para el que trabajaban, sino un canje de presos al mismísimo gobierno ecuatoriano. En ese instante los cautivos pasaron a ser responsabilidad del Estado y de sus instituciones.
Decir ahora que las víctimas cruzaron la frontera porque les dio la gana y que arriesgaron su vida por irresponsables no hace sino sumar puntos al lavatorio de manos tan propio de la burocracia que se explica por la falta de mecanismos de reparación a las víctimas. ¿Nadie va a asumir la responsabilidad de la debilidad institucional, de la impericia, de la desinformación, de la incapacidad de negociación, en ninguna de las instituciones? La justificación —y respuesta— del Estado al informe de la CIDH parece ser la misma que en los casos de violencia contra las mujeres… “Y la culpa era mía, por dónde estaba y por cómo vestía”.