Nació en Quito el 13 de abril de 1844; murió el 1 de diciembre de 1917. Lo que en esta época deben admirar especialmente los estudiantes es que con este personaje sucedió lo que con muchos valores humanos: llegó a ser un patriota después de vencer grandes dificultades, como la amargura de ser huérfano de padre y el dolor de la miseria, pues apenas desayunaba un trozo de pan para asistir descalzo a la escuela.
Fue orador, maestro, obispo de Ibarra, arzobispo de Quito, senador, protoarqueólogo; su Historia General del Ecuador, en ocho tomos, constituye el primer estudio académico de esta ciencia; manifestó que escribió la verdad y no un cuento de las Mil y una noches para aclarar a sus gratuitos detractores; consideraba que el sacerdote debe ser modesto, desapasionado; ha de tener el alma en una región serena, suprimir los intereses mundanos; a pesar de su pobreza no se aprovechó de las rentas eclesiásticas para gozar de comodidades y lujo.
Jugó un papel esencial en moderar a la oposición clerical conservadora ante las reformas seculares durante el periodo liberal del que Eloy Alfaro fue protagonista. Fue la autoridad moral que guió al país.