¡La Constitución de 300 años ya no da más!
En 2024 el Ecuador enfrenta dos grandes crisis: la inseguridad derivada del narcoterrorismo y la crisis energética, ambas vinculadas directamente a la Constitución del 2008. Esta normativa, llena de provisiones absurdas, ha mostrado limitaciones significativas frente a los retos actuales del país.
En primer lugar, el artículo que prohíbe la presencia de bases militares extranjeras en suelo ecuatoriano ha sido determinante. La base militar estadounidense en Manta, que operó hasta el 2009, jugó un rol clave en la lucha contra el narcotráfico, actuando como un disuasor importante para los carteles y contribuyendo a mantener la seguridad interna. La salida de dicha base, obligada por la entrada en vigor de la Constitución de 2008, dejó un vacío en la capacidad de respuesta ante la creciente actividad del narcotráfico y su escalada en violencia.
Por otro lado, la gestión de los recursos energéticos bajo el marco constitucional vigente también ha generado problemas. La Constitución define los recursos energéticos como sectores estratégicos, lo que otorga al Estado un rol predominante en su regulación y explotación. Aunque se permite la participación privada, esta se encuentra limitada por un marco normativo restrictivo que resulta ineficaz para fomentar la inversión privada necesaria para el desarrollo de infraestructura energética. Esto ha derivado en una incapacidad para responder a la creciente demanda de energía.
Ante este escenario, surge una pregunta inevitable: ¿es la convocatoria de una Asamblea Constituyente la única salida viable? ¿Es necesario implementar una nueva constitución, o incluso retroceder hacia modelos previos, para poder enfrentar con éxito las crisis actuales? El debate está abierto, pero lo que es claro es que la normativa actual, a casi 16 años de su adopción, no ofrece las respuestas que el país necesita.
Pablo Izurieta
La importancia de dar crédito a las ideas ajenas
En el ámbito académico, todos los estudiantes son parte de una comunidad de aprendizaje donde se construyen conocimientos juntos. Sin embargo, cuando utilizamos frases exactas de otra persona sin dar crédito a la fuente, no solo estamos cometiendo un error académico, sino también una falta de ética.
El acto de copiar sin reconocer la fuente, conocido como plagio, es más común de lo que pensamos. A veces, puede parecer inofensivo o incluso tentador cuando estamos presionados por el tiempo. Sin embargo, no citar adecuadamente desvaloriza el esfuerzo de quienes crearon esa información y compromete nuestra integridad académica.
Además, al no reconocer la autoría de las ideas, perdemos la oportunidad de demostrar nuestro propio análisis y comprensión del tema. Aprender a citar correctamente es un paso esencial para convertirnos en pensadores críticos y responsables. Es, en esencia, parte del aprendizaje y del respeto mutuo en la comunidad académica.
Las consecuencias del plagio son serias. Según las normativas educativas, estas conductas pueden resultar en llamados de atención y hasta la pérdida de puntos en nuestras calificaciones. Es una llamada de atención a la importancia de ser honestos y respetuosos con el trabajo intelectual de los demás.
Para evitar caer en el plagio, la clave está en la organización y en la práctica constante de citar correctamente. Las herramientas están a nuestro alcance: desde guías de citación hasta el apoyo de nuestros profesores. No temamos preguntar o buscar ayuda cuando lo necesitemos.
Recordemos que reconocer a los autores es también una forma de aprender de ellos. Cada referencia es una oportunidad para ampliar nuestro entendimiento y crecer como estudiantes. La honestidad académica es una habilidad para toda la vida, no solo una regla escolar.
Roberto Camana-Fiallos