Que las crisis generan oportunidades es una hipótesis que tiene validez. En el balance que hicieron las autoridades de comercio exterior sobre la situación de la oferta exportable ecuatoriana el año pasado -un año bastante complejo para la economía ecuatoriana- hay resultados interesantes. Según el reporte de Pro Ecuador, en el 2016 se logró colocar un centenar de nuevos productos en 26 países. Además, se destacan experiencias exitosas, entre ellas el envío de cuadernos a Bolivia, el de puré de maracuyá a Londres, chocolate a Japón, estevia a China o aceite de almedra hacia Italia; y también, se incorporaron unos 580 nuevos exportadores nacionales. Asimismo, las exportaciones de los emprendimientos relacionados con la Economía Popular y Solidaria crecieron un 20%, entre el 2015 y 2016.
Si bien estos datos son el resultado de una gestión sostenida de las oficinas comerciales, también demuestra que en situaciones económicas adversas, como la que vive el país desde hace un par de años, el sector público se inclina a apoyar más a la empresa privada para buscar nuevas oportunidades, en este caso, con el propósito de exportar.
Si revisamos la última década, precisamente en los años posteriores a las crisis, como la del 2008 (‘crack’ financiero en EE.UU.) y con la caída de los precios del petróleo (a partir del segundo semestre del 2014), las exportaciones no petroleras ecuatorianas han tenido un desempeño bastante interesante. Mientras que, al contrario, en las épocas de bonanza, gracias a los buenos precios del petróleo, el interés por promover ese acercamiento entre el Estado y la empresa no tiene el mismo vigor que en épocas difíciles.
Nadie espera que las crisis económicas se prolonguen, pero mientras esa realidad contribuya a fortalecer el acercamiento entre dos sectores que han permanecido distantes, sobre todo en los últimos diez años, qué bueno que haya crisis. El cambio de Gobierno es una oportunidad para apuntar hacia objetivos comunes. Ahí están los resultados.