Se puede ver y usar al fútbol desde diferentes ángulos. Tanto para aspectos positivos como negativos. Puede ser visto como el gran motivador y puerta de acceso a oportunidades para que chicos de escasos recursos económicos, provenientes de provincias y poblados olvidados, tengan posibilidades de romper el círculo de pobreza que les rodea y acceder a cambios de vida radicales y asombrosos.
De tal experiencia queda no solo la valoración de las condiciones y capacidades individuales y familiares de resiliencia que permitieron tal logro, sino la exigencia al Estado y a los líderes locales para con mayor responsabilidad atiendan las múltiples necesidades de salud, educación, empleo e infraestructura básica de los territorios en los que nacieron estos extraordinarios deportistas.
Territorios complicados y desatendidos, como Esmeraldas, donde se ha fortalecido el crimen organizado, pero donde también han crecido el 50% de la Selección, que tanto orgullo ha generado.
El fútbol es uno de los más poderosos distractores de las contingencias de la realidad. Aprovechando que todo mundo está concentrado en la pantalla, se ejecutan decisiones políticas, jurídicas o económicas, que en una situación normal no podrían pasar. Sabíamos que iba a suceder “algún acontecimiento de este tipo” y sucedió. La salida de la Selección del mundial ha pasmado otras “sorpresas”.
Llama la atención nuestra impavidez ante la eventual erupción del Cotopaxi. ¿Será por el fútbol o por nuestra natural y despreocupada relación con los volcanes, que autoridades y población no tomamos en serio este muy probable y catastrófico escenario?
Presiento que el volcán nos está dando tiempo, no para que acabemos del ver el mundial, sino para protegernos y prepararnos, para establecer planes y entrenarnos mínimamente para evacuar la ceniza, canalizar los deslizamientos y sobre todo, para resguardar las fuentes de agua y su uso en los hogares y en lasescuelas. Lo cierto es que seguiremos embobados frente a la TV.