La toxina botulínica no sólo se usa en el tratamiento estético de las arrugas; se puede inyectar para corregir trastornos urinarios, principalmente en casos de vejiga hiperactiva, con el fin de impedir la contracción involuntaria y los deseos continuos y seguidos de orinar.
La experiencia registrada en varios países, donde ya se aprobó el uso del producto, fue presentada en las XIV Jornadas Interseccionales de Urología que se realizaron en Mérida.
El urólogo José Truzzi, de Brasil, afirmó que existe una amplia casuística en algunas naciones, entre ellas Venezuela, donde se aplica desde hace tres años la onabotulinumtoxin A (toxina botulínica tipo A), que actúa relajando el músculo detrusor de la vejiga, para que no se contraiga involuntariamente y el paciente pueda controlar las ganas de orinar. Se inyecta en la vejiga, a través de la uretra, por endoscopia.
El especialista asegura que esa opción de tratamiento se puede aplicar varias veces a lo largo de la vida, principalmente en jóvenes, sin ningún peligro, y el efecto puede durar hasta 10 meses. El beneficio se comienza a notar entre 1 y 2 semanas después de haber aplicado la inyección.
El trastorno de vejiga hiperactiva se conoce también como incontinencia de urgencia. Se caracteriza por un repentino y repetitivo apuro por ir al baño (más de ocho veces al día), inclusive cuando la vejiga tiene poca orina.
Se calcula que afecta a 19% de la población y en muchas ocasiones se acompaña de incontinencia urinaria, principalmente en las mujeres.
La condición atañe a la calidad de vida porque no sólo altera la función sexual de la pareja, sino que, además, aumenta el ausentismo laboral y baja la productividad. Los pacientes afrontan trastornos del sueño porque tienen que levantarse varias veces en la noche para orinar. Afecta a ambos sexos después de los 40 años de edad, aunque también puede aquejar a niños a partir de los 5 años y son casos que no pueden controlar las ganas de orinar. La pueden padecer personas con problemas neurológicos o que han sufrido un accidente cerebrovascular, mal de Parkinson, daños en la columna e, inclusive, heridos de bala, entre otros.
Otros procedimientos
La inyección de toxina botulínica constituye una opción para aquellos pacientes que no mejoran con otras medidas, como evitar la ingesta de líquidos, principalmente el consumo de alcohol, café, té y gaseosas, así como alimentos que pueden causar irritación en la vejiga (cítricos o picantes).
La afección se trata también con medicamentos orales, como los anticolinérgicos, que señala Truzzi son fármacos entre cuyos efectos secundarios destaca la sequedad en la boca y, en consecuencia, el paciente siente más deseo de tomar líquido, lo que agrava el problema de vejiga hiperactiva.
En casos graves y extremos en los que no funciona ninguna de las opciones anteriores ni tampoco la inyección de toxina botulínica, es necesario ampliar la vejiga, utilizando un segmento de intestino.