Más de 13 millones de ecuatorianos podrán acudir a las urnas el 24 de marzo para elegir, junto a las autoridades seccionales, a los integrantes del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (Cpccs). Es la primera vez que escogerán por votación universal a los vocales de este organismo de tan largo y engañoso nombre.
Una encuesta de Cedatos del 20 de febrero revela que el 92% de los electores desconoce quiénes postulan para el Cpccs, el 60% desconoce cómo votar y el 54,4% aprueba la futura eliminación del Consejo. Es, pues, a la vista una elección absurda no solo porque el ciudadano sufragará a ciegas, sino porque lo hará para integrar una entidad que, según una mayoría, debe desaparecer.
Para el día de los comicios, es previsible la reducción del segundo índice: el elector tendrá la guía en las tres papeletas en las que deberá escoger tres nombres en la lista de 28 candidatos hombres; tres, en la de 11 mujeres: y uno, en la de cuatro candidatos por las minorías. Sin embargo, es previsible también que se mantenga el alto porcentaje de desconocimiento de los candidatos y que aumente el porcentaje de ciudadanos a favor de la futura eliminación del Cpccs.
Este organismo sirvió en la década correísta para seleccionar autoridades de control subordinadas al Gobierno. Fue instrumento de la perversa acumulación del poder en manos del Presidente y tanto no ejerció control ni una verdadera rendición de cuentas que el país vivió la etapa de la más desvergonzada corrupción. Además, ese Consejo fue usado como cortina de humo para debilitar la participación ciudadana, mientras en la década el régimen perseguía a líderes sociales, criminalizaba la protesta, limitaba la creación y el funcionamiento de organizaciones sociales y organismos no gubernamentales y trataba como enemigos a críticos y opositores.
Todo lo anterior incidirá en un alto número de votos nulos. La suma de esos votos que sobrepase a la de los válidos es argumento incontrastable para dar de inmediato el siguiente paso: la eliminación del Cpccs. Sin embargo, se asegura que esto es imposible por la forma discriminatoria de contabilizar los votos: si un ciudadano elige los siete nombres en las listas se cuenta por siete votos; si anula el voto, se cuenta por uno. Urge que el CNE ponga en pie de igualdad el voto afirmativo y el voto nulo.
En “Cuatro Pelagatos”, José Hernández, que ha destapado la aberrante contabilidad, lo expresa con sinceridad y transparencia: “La estadística totalmente adversa prueba que no hay cálculo político partidista y que aquello que aúpa el voto nulo es un deseo genuino de expulsar del diseño institucional, el peor bodrio que creó Correa para desnaturalizar, aún más, la patoja democracia que hay en el país”.
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