El Suco, el Ruco y el cardenal

La elevación a cardenal de Mons. Carlos María de la Torre por el papa Pío XII a inicios de 1953 fue uno de los momentos cumbres de la historia de la Iglesia ecuatoriana. La noticia levantó el entusiasmo de todo el Ecuador. Se trataba de algo excepcional pues el colegio cardenalicio estaba compuesto únicamente por 70 integrantes (y así había sido durante más de cinco siglos), y era insólito que el Papa hubiese escogido a un prelado ecuatoriano, lo que llenó de orgullo a católicos y no católicos.

No hay que hacer esfuerzos de imaginación para aquilatar lo que los ecuatorianos debieron haber sentido. Si triunfos deportivos como una medalla de oro en los Juegos Olímpicos, la clasificación a una Copa Mundial de fútbol o un triunfo de etapa en el Giro de Italia, insuflan tanta alegría en el país, es lógico suponer que un nombramiento insólito a un grupo tan exclusivo se celebrase como el triunfo del país entero. Más aún en un Ecuador de solo 3 millones de habitantes y cuando ni Uruguay, Paraguay, Bolivia ni toda Centroamérica pero ni siquiera México o Venezuela habían tenido nunca un cardenal y no lo tendrían en muchos años.

El presidente Velasco Ibarra decidió rendir honores de príncipe extranjero al primer cardenal cuando volvió de Roma. Y entre los múltiples homenajes que se le rindieron, en Quito y en su triunfal gira por todo el país, uno fuera de lo común fue el bautizo de la cumbre del Rucu Pichincha con el nombre de “Cardenal Carlos María de la Torre”. Lo organizó el Grupo Ascensionismo del colegio San Gabriel y se adhirieron otras agrupaciones excursionistas como Nuevos Horizontes. 130 personas asistieron a la misa el 31 de mayo de 1953, misa que, por haber estado nublado el macizo se realizó al pie de la primera aguja, procediéndose luego a conquistar la cumbre y realizar la ceremonia de bautismo. Allí dio un discurso don Ernesto Dousdebés y ofició la ceremonia el P. Ernesto Proaño SJ. El respectivo acuerdo lo firmaron también los organizadores del acto: José Ribas SJ y Fabián Zurita. El famoso “Suco” Ribas, que falleció hace un mes –y cuyo recuerdo de entusiasmo y organización llevamos grabado miles de estudiantes que en las últimas décadas pasamos por los colegios San Gabriel de Quito y Borja de Cuenca–, hacía sus tres años de “maestrillo” (su ordenación sacerdotal sería en 1956 en EE.UU.) y director del Ascensionismo, mientras Zurita, leyenda viva del andinismo, era entonces estudiante del San Gabriel y presidente de aquel grupo.

Traigo este recuerdo a propósito de la partida del Suco a su cumbre máxima y como una mirada hacia lo alto, cuando uno está hastiado de seguir hablando de la política ecuatoriana, convertida en un lodazal por legisladores pillos que asaltan cada mes a sus empleados, cuando no están en el plan de asaltar los fondos públicos.

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