La Conaie enfrenta este fin de semana el compromiso de renovar su dirigencia y asumir su representación de un sector, sin tensar la cuerda ni estigmatizar a la sociedad en su conjunto.
La presencia de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) surgió con fuerza en 1990. Era el gobierno de Rodrigo Borja Cevallos. Un levantamiento campesino dejó pérdidas cuantiosas y mostró el poder de aquellos que habían perdido su presencia y voz desde la Conquista española.
De las acciones y la confrontación social surgieron algunos cambios, desafortunadamente no todos los requeridos, para que este sector del país se exprese con libertad como parte integrante del país y a la vez afirmando la diversidad, los distintos orígenes étnicos y culturales.
Como consecuencia del levantamiento surgió un movimiento político como brazo de la Conaie: Pachakutik. Tres décadas después, se alza como la segunda fuerza parlamentaria y con altas representaciones desde gobiernos parroquiales, concejalías, alcaldías y prefecturas hasta la Presidencia de la Asamblea.
Pachakutik no es solo un movimiento indígena sino que acoge a otras corrientes sociales que convergen en visiones y objetivos políticos.
La sociedad debe ir madurando hacia la pluriculturalidad, reconociendo los fundamentos históricos de los pueblos originarios pero mirando también el tejido social de una comunidad que se expresa en el sincretismo religioso y cultural.
El Ecuador de hoy no es solamente indio. Tampoco pertenece al descendiente del europeo blanco. El mestizaje identifica y define a esta nación variopinta que está obligada a entenderse para progresar.
Hechos violentos y destructivos como los protagonizados en octubre de 2019 nunca más deben repetirse. El país es de todos y todos los sectores deben ser atendidos.
Que la nueva dirigencia de la Conaie interprete con sabiduría esa nueva realidad y deje a un lado posturas radicales por el bien de todos, en especial de los ecuatorianos más pobres, que son millones.