En estos días, donde en Ecuador debatimos sobre posibles eliminaciones de algunos subsidios económicos, les quiero proponer que eliminemos uno de los subsidios más grandes que tenemos: el subsidio a la mediocridad. Según la Real Academia Española (RAE), la mediocridad es la cualidad de ser mediocre, adjetivo que describe una calidad media, tirando a mala. En Ecuador hacer las cosas con calidad media, tirando a mala, es decir, de forma mediocre, tiene consecuencias leves o en algunos casos nulas. Entonces, fácilmente nos podemos dar cuenta que uno de los subsidios más grandes que tenemos en Ecuador es la mediocridad.
Empecemos analizando la calidad de nuestros políticos. Un político debe estar dispuesto a servir al interés público, actuando con integridad, responsabilidad y ética. La pregunta es ¿así proceden todos nuestros políticos? Después de que se ha reído un poco pensando en la respuesta a esta pregunta, Usted coincidirá conmigo en que la calidad promedio de nuestra clase política es mala, tirando a pésima. Obviamente, esto no significa que todo político ecuatoriano sea malo: como siempre, hay honrosas excepciones. Con esta aclaración, la pregunta es ¿cuál es la pena o castigo para un político mediocre en Ecuador? Ninguna. Es más, aquí algunos políticos mediocres son premiados con la designación o la elección para ejercer algún cargo público. Total, en nuestro país, los resultados electorales muestran que basta con que el político sea simpático, sepa y cuente con los recursos necesarios para hacer buena publicidad, incluyendo videos de TikTok graciosos, o que dé algún regalito que después lo cobra con muy alto interés. Eliminar el subsidio a la mediocridad de nuestra clase política implica, por ejemplo, que nosotros, los electores, castiguemos no dando el voto al candidato que no esté preparado y que no tenga un plan de trabajo bien estructurado: con objetivos bien definidos, y una metodología clara.
Ahora, pasemos a analizar qué pasa con aquellos que nos han gobernado y nos gobiernan. La misión de un gobernante es conducir a la población al desarrollo, gobernando con equidad, y respetando la Constitución y las leyes. Surge la pregunta ¿así proceden nuestros gobernantes? Unos pocos sí, pero la gran mayoría no. Solo basta con contrastar los resultados presentados en sus informes de gestión con lo planteado en sus planes de trabajo. Pero claro, esta tarea de contrastación de resultados con objetivos demanda de cierto esfuerzo que muy pocos están dispuestos a hacerlo. En su lugar es más fácil quedarse simplemente en la superficialidad del discurso, o peor aún, que el análisis se limite a cosas tan banales como, por ejemplo, qué ropa, zapatos, y accesorios vistió la autoridad; con quién fue acompañado; o a quién invitó y a quién excluyó de su rendición de cuentas. Eliminar el subsidio a la mediocridad de nuestros gobernantes significa, por ejemplo, no volver a votar por aquel político que, ejerciendo un cargo de votación popular, no cumplió con lo que ofertó en su plan de trabajo. Y si el gobernante tuvo actos deshonestos o corrupción, la eliminación del subsidio a su mediocridad implica que reciba la pena que le corresponde por su inobservancia o incumplimiento de lo establecido en la Constitución y las leyes.
Eliminar el subsidio a la mediocridad también implica mejorar la calidad de los productos y servicios públicos y privados que usamos a diario los ciudadanos. Por ejemplo, un sector importante es el de la salud. Preguntémonos ¿cuán bueno es el servicio de salud pública en el Ecuador? La respuesta es que no es muy bueno, pues con frecuencia se reporta la falta de medicinas, infraestructura, equipos y materiales, o equipamiento obsoleto. Eliminar el subsidio a la mediocridad en la salud pública del Ecuador implica que los responsables den solución a estos problemas. Aparte, también se requiere de una mejora continua del personal médico, con una actualización permanente de su conocimiento. Esto permitirá alcanzar el objetivo de contar en Ecuador con un servicio de salud pública de calidad, con empatía hacia los pacientes, y mínimos errores o negligencias. En lo conceptual, en Ecuador necesitamos cambiar de forma urgente el enfoque de tratamiento a prevención de enfermedades.
En el ámbito educativo también se requiere de mejoras urgentes a todo nivel. Cada vez el conocimiento y la tecnología avanzan a una velocidad más rápida. En este contexto, los profesores necesitamos actualizar permanente nuestros conocimientos. Por su parte, los estudiantes necesitan comprender que tienen derechos y obligaciones. Su principal derecho es acceder a una educación de excelencia, en espacios adecuados, que tengan la infraestructura y equipamiento requeridos para este propósito. Así mismo, la principal obligación de los estudiantes es asumir su responsabilidad de aprender y desarrollar su capacidad de razonamiento y pensamiento crítico. En este contexto, eliminar el subsidio a la mediocridad en la educación implica, por ejemplo, que, si un estudiante no alcanza las competencias mínimas para ser promovido de año o nivel, entonces debe repetirlo. De la misma manera, si un profesor no cumple adecuadamente con sus responsabilidades, entonces no debe seguir ejerciendo esta noble función.
La eliminación del subsidio a la mediocridad también aplica para Usted. Si no obedece el marco jurídico establecido, entonces debe recibir la sanción que le corresponda, siguiendo, por su puesto, el debido proceso. Sus derechos terminan donde empiezan los derechos de sus semejantes. El derecho de nosotros, los buenos ciudadanos, debe estar muy por encima de los derechos de los delincuentes o criminales.
Como se puede dar cuenta, el principal y más grave subsidio que tenemos en Ecuador es que casi no pasa nada cuando las acciones, productos o servicios son malos o pésimos: subsidio a la mediocridad. Eliminar este subsidio contribuirá notablemente para el progreso del Ecuador. La buena noticia es que eliminar el subsidio a la mediocridad no afecta a nuestro bolsillo. Por el contrario, puede mejorar, entre otras cosas, nuestra condición económica y de bienestar. De lo contrario, si solo eliminamos los subsidios económicos, entonces, probablemente, la realidad futura sea la misma que la actual, nada más que pagaremos más por algunos productos o servicios que consumimos.