La migración de jóvenes ecuatorianos hacia otros países en busca de educación superior y oportunidades laborales es un fenómeno creciente que refleja dos realidades: cumplir aspiraciones individuales y devela deficiencias estructurales del sistema educativo y laboral en Ecuador.
Entre los factores que impulsan a los jóvenes a salir es la obtención de títulos universitarios de instituciones mejor posicionadas a escala mundial. Optan por las públicas, gratuitas y que no sean restrictivas. Es decir, que no tengan que dar un examen para ingresar.
Los registros estadísticos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Inec) muestran que 9 751 ecuatorianos salieron a estudiar en 2013, cuatro años más tarde esta cifra se triplicó.
Para el 2019 se llegó a un pico de 38 707, que posteriormente decayó por la pandemia y volvió a remontarse en 2022 y 2023. En este último año se fueron 36 084 ecuatorianos.
Durante estos años, las universidades argentinas, como la de Buenos Aires (UBA), Nacional de La Plata (UNLP) y Nacional de Córdoba (UNC) destacan. Estas instituciones estatales ofrecen una formación académica de pregrado robusta y competitiva.
Canadá y Estados Unidos también ofrecen mejores perspectivas laborales para los graduados, quienes buscan estabilidad y crecimiento profesional.
La experiencia de vivir y estudiar en otro país fomenta su independencia, adaptabilidad y entendimiento intercultural. Los estudiantes que migran desarrollan habilidades blandas que son valiosas en cualquier entorno.
En la decisión de migrar para estudiar en universidades privadas con apoyo familiar pesa también lo económico. Afuera se encuentran con rubros significativamente menores que los de universidades particulares ecuatorianas y están mejor ubicadas por su prestigio académico.
Esta salida de jóvenes talentosos también representa una pérdida para Ecuador. Estos individuos, formados en el extranjero, a menudo no regresan debido a la falta de empleo y la inseguridad en el país. Esto contribuye a la fuga de cerebros, debilitando el potencial de desarrollo interno.
El desempleo entre jóvenes de entre 15 y 24 años de edad alcanzó el 40,3 %, en el primer trimestre de este 2024. En el rango de 25 a 34 años de edad, esta tasa es de un 32,8 %.
No todos los jóvenes ecuatorianos tienen la posibilidad de estudiar y/o trabajar en el extranjero. Aquellos que no cuentan con el apoyo financiero familiar quedan relegados a un sistema educativo nacional que no siempre cumple con los estándares internacionales.
Esto perpetúa la desigualdad y limita las oportunidades para gran parte de la población.
A esto se suma un problema adicional: los estudiantes siguen escogiendo carreras tradicionales como medicina, leyes, psicología y odontología, para las que no hay plazas de trabajo en el mercado ecuatoriano y en muchos casos, tampoco en el extranjero.
Las carreras más demandadas son otras, como las relacionadas con tecnología, ingeniería y ciencias aplicadas, las cuales tienen mayor potencial de empleabilidad y desarrollo profesional.
La preferencia por universidades extranjeras también evidencia las falencias del sistema educativo básico y de bachillerato en Ecuador. Hay estudiantes que no logran alcanzar el nivel de exigencia de las universidades extranjeras, lo que refleja una necesidad urgente de reformas educativas que mejoren la calidad y la equidad del sistema.
En definitiva, esta tendencia creciente de jóvenes ecuatorianos que prefieren irse es un síntoma de problemas más profundos en el sistema educativo y laboral ecuatoriano.
Es crucial que Ecuador invierta en mejorar su nivel académico y en crear un entorno de trabajo seguro y atractivo para retener a sus talentos más jóvenes.