La fachada muestra el esplendor republicano en su máxima magnitud. Foto: cortesía Paúl Salazar
Salvar una edificación antigua del tsunami de acero y hormigón que invade Quito ya es una acción digna de relievar.
Si este edificio pertenece al patrimonio arquitectónico de la ciudad, el trabajo cobra una connotación aún mayor. Y si este inmueble rescatado de un posible desahucio se convierte en un centro cultural, es como llegar a las ligas mayores de la arquitectura.
Eso es lo que acaba de suceder con la bautizada como ‘Casa Égüez’ (por su dueño, el escritor de la famosa novela La Linares), una hermosa muestra del estilo republicano ecuatoriano ubicada en la calle Río de Janeiro, frente a la actual Unidad Educativa Simón Bolívar (ex Escuela Espejo).
Los cielorrasos y las estructuras de cubierta son de madera al natural. Fotos: Patricio Terán / EL COMERCIO
La casona, que abarca un área de 800 m², ocupa la esquina de las calles Juan Larrea y Río de Janeiro. Es uno de los íconos arquitectónicos del barrio Larrea, una zona de la ciudad que nació a inicios del siglo XX como respuesta de los sectores altos al crecimiento popular del sur con la llegada del ferrocarril y la instalación de las primeras fábricas.
La rehabilitación fue promovida por la Corporación del Libro y la Lectura, cuyo ejecutivo principal es Iván Egüez. Los trabajos se encargaron al Arq. Guido Díaz, quien tuvo el apoyo de la Arq. Paulina Cepeda, el asesoramiento estructural del Ing. Guillermo Gómez; y el trabajo profesional de 20 artesanos especializados en trabajos con materiales y sistemas constructivos antiguos.
El patio central conserva los pisos originales de cantos rodados y otras piedras.
El resultado es un hermoso centro cultural que fue inaugurado oficialmente el 22 de abril pasado. Díaz transmutó una vieja casona familiar en un funcional y estético espacio de dos plantas que da cabida a un auditorio, tienda, cafetería, biblioteca y librería en la planta baja; salas de exposiciones, oficinas, un minidepartamento para invitados y una buhardilla, en la planta alta.
El propósito, explica Díaz, fue recuperar los detalles republicanos que se perdieron con las intervenciones realizadas en sus 87 años de vida (1930-2017), usando conceptos de arquitectura contemporánea, sin apelar a falsos históricos ni a recursos ornamentales anacrónicos.
Las columnas de piedra sostienen a la gran mampara que cierra el segundo piso.
El proceso de intervención conservó las condicionantes establecidas para las edificaciones patrimoniales, más los indispensables ajustes para habilitar el inmueble a la función de centro cultural.
En este caso, se debieron reforzar todos los muros soportantes y construir la totalidad de las estructuras de madera (entrepisos y cubierta), aunque manteniendo su concepto y forma. Al estar construidos con maderas nobles y de gran belleza, se prefirió dejarlas a la vista. Se reemplazaron también la totalidad de puertas, ventanas y mamparas…
La madera recuperada se convirtió en una pared de borde, que sea un referente simbólico del proceso de rehabilitación.
Uno de los rincones de la tienda.