Vuelvo a la edición conmemorativa de Rayuela presentada en Córdoba, Argentina, durante el VII Congreso Internacional de la Lengua (2019), en homenaje a Julio Cortázar, ‘y a su obra más emblemática, que conmocionó el panorama cultural de su tiempo”.
“Desde las cavidades del subsuelo, desde las bodegas y desde las alcantarillas, subían las ratas en largas filas titubeantes para venir a tambalearse a la luz, girar sobre sí mismas y morir junto a los seres humanos”, narra Camus.
En mi último artículo esbocé así la interpretación eclesial de la pandemia: ‘Está la religión, que ya no clama por un castigo contra un pecado universal: ha aprendido, sin duda’. Antes, la primera reacción entre iglesia y pueblo era preguntarse: ¿cuál fue nuestro pecado?, ¿qué hicimos de malo para merecer esto? Pero ya no somos Sodoma castigada otra vez; el sufrimiento personal y universal es suficiente para ayudar a los fieles ‘a alcanzar la vida eterna’ y su desgracia, que es la nuestra, exige fuerza y solidaridad. Comparemos dos posiciones: una, católica, la de Georges Bernanos, y otra, atea, la de Sartre. El primero afirma en su hermosísimo ‘Diario de un cura de campo’: “El infierno es no amar. Mientras estamos en esta vida nos podemos formar la ilusión, creer que amamos por nuestras propias fuerzas, que amamos fuera de Dios. Pero nos parecemos a locos que tienden los brazos al reflejo de la luna en el agua”.
Cada uno de nosotros representa a la humanidad; todos somos parte de ella y debido a la peste, lo sabemos mejor. Quien muere por coronavirus en cualquier parte del mundo, muere de la misma muerte, pero en el mundo han muerto muchos más pobres que ricos. ¿Simplificaciones?, no: la horrible luz de la muerte destaca aún más la desigualdad; el extremo de ‘prefiero morirme de coronavirus que de hambre’ es otra certeza atroz. Veamos la enfermedad cara a cara, a través de todas las caras: el desafío constante al que están sometidos médicos buenos, enfermeras y administradores hospitalarios. ¿Qué quiere decir para nosotros, confinados, ver de lejos la pandemia o creerlo así?
Voy a la peluquería a una hora en que sé que apenas habrá alguien y que la señorita que suele peinarme estará desocupada. Ya cuarentona, gordita, amable, parca hasta el extremo, asoma casi acostada, desde el sillón que, cuando lleguen, ocuparán sus clientes. Cada peinador o peinadora tiene un sillón que ‘ocupan’ mientras no trabajan. Enfrente, el espejo; a su derecha, un armario pequeño donde guardan cepillos, tijeras, peines, toda suerte de instrumentos para cumplir su oficio: unos, raros y curiosos; conocidos, otros. Hay conexiones, enchufes y secadores de pelo, lacas, espumas y un recipiente pequeño para mezclar los tintes; lavacaras y toallas apiladas en estantes a lo largo de la pared, y alambres por todas partes. Del televisor, en alto, brota una voz impostada, impersonal y unos ojos que llaman ¡aquí estoy, mírenme! Distingo a la luz, a siete u ocho personas entre peluqueros y peluqueras, manicuras y pedicuros; a la señorita del mostrador principal donde vigila y cobra a los clie
¡El destino de las cosas, su tiempo, más largo, silencioso e impredecible que el destino de los hombres! Y uso ‘hombres’ en su amplísimo sentido de ‘seres humanos’ de ‘nosotros’. No creo ofender a nadie por hablar del hombre, este ser inquieto, luminoso y mortal, como lo hemos hecho en español durante casi mil años. Pero vinieron otros hombres, iluminados aunque no siempre luminosos, que encontraron en el sentido de esta palabra un ‘veneno’ que yo no supe ver.
Leí ‘papelito’ en Últimas Noticias (UN) que llega con EL COMERCIO, y me encantó. Marcador a mano, subrayo los localismos: en nuestra habla coloquial, los lectores nos vemos como en un espejo. En UN se escribe como se habla en Quito, en tono tan conversacional, que hasta en el Editorial encontramos ecuatorianismos. Su encanto permite una comunicación fluida, familiar… Ya mismo la carrera, dice uno de ellos; y usan hasta el ‘todos quienes’, que cunde entre hablantes ‘cultos’, escribientes y burócratas. Ahorita sé que ‘el alma de la carrera 15K’ son los atletas amateur: entre ellos quisiera encontrarme, con mis 28 ks. semanales que no dan de sí ni para llamarme ‘atleta’, pero me mantienen viva.
El destino efímero de estos artículos es el de ser leídos e influir en el lector y, quizá, persuadirle, sin catequizarle ni intentar ‘convertirle’; los articulistas de opinión estamos presentes en el estilo de nuestros escritos, así como en la elección de temas, que no siempre surgen de la inmediatez del acontecimiento, pero que, cuando lo hacen, se alimentan de los resquicios de nuestra predisposición. Lo nuestro es escribir con palabras idealmente idóneas e interesar a los lectores en esta conversación sin respuesta inmediata.
Escribo en honor a las II Jornadas Cervantinas, que tienen lugar en la querida Provincia de Manabí; a la sensibilidad cultural de habitantes e instituciones de esa hermosa provincia, castigada por el terremoto y otra vez de pie.
¡Curiosa pregunta! Si ya es difícil para una mujer reunir a ojos de hombres y mujeres, los méritos necesarios para presidir un consejo, un partido político, una sociedad, corporación, capilla o entidad de cualquier naturaleza, desde hace mucho tiempo se viene confundiendo a feministas y feministos, a través de las redes sociales, con argumento no solo falaz, sino ignorante, cuando se afirma que presidenta, femenino de presidente, no existe ni puede existir en nuestro idioma. Este adefesio que hace reír a quien alguna vez tuvo un buen profesor de lengua, se envía y reenvía, perdura, gusta, contagia y convence a los que tienen vocación de sabihondos, para quienes el razonamiento que sigue es seductor e incuestionable: ‘Ente, terminación de presidente, es una palabra que significa ‘lo que es, existe o puede existir’, es decir ‘ser’. Así, presidente es ‘el que preside al ser’... Y como ‘enta’ no existe –aún no la han inventado, pero ya llegará- se desecha para siempre el femenino ‘presiden
Estupendo el nombre de la actriz española, de dulce y delicado rostro, para titular este artículo sobre una última preocupación del feminismo, respecto a definiciones de palabras relativas al existir mujeril. Hoy está en entredicho el sentido de ‘maquillarse’: 1. Aplicar cosméticos a alguien o a una parte de su cuerpo, especialmente su rostro, para embellecerlo o modificar su aspecto. 2. Modificar la apariencia de algo para disimular su verdadera naturaleza. Polvorosa procede de polvo que, entre otras definiciones, incluye la de ‘producto cosmético de diferentes colores que se utiliza para el maquillaje’.
Clima horrible, calor inusitado; sequedad en los ojos, en los labios. Días de luz hasta la ofensa, de dolorosísimas noticias y de un miedo que se cocina a lento fuego bajo el cielo blasfemo. Ultimatums criminales y voluntariamente ignorados, de la droga, la corrupción y la codicia, y esa palabra atroz, la peor de todas, la impunidad que parece avecinarse para favorecer a los peores. En fin: enumerar estas desgracias es escarbar en heridas abiertas, multiplicar el temor y la desesperanza… ¿Qué pasará después?
Cuando Sancho va a gobernar la ínsula Barataria, don Quijote le advierte: “del conocerte, Sancho, saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey”, contra la ambición de la rana fabulosa que, queriendo igualarse al buey, absorbió aire sin respiro hasta que reventó. Si en cada uno madura la ansiedad de la rana por llegar al tamaño del buey, busquemos conocernos a nosotros mismos y aceptar nuestros límites, sabiendo que cualquier ambición que exija sobrepasarlos nos hará reventar, y no es metáfora: ¡ay las quinientas reventazones sabatinas, que la tv apenas podía soportar!
Desperdiciamos sin fin la inteligencia y sensibilidad de niños y jóvenes, a manos de maestros y profesores mal formados; la falta de rumbo ético para los educandos, la carencia de ejemplos hacen de la educación, capítulo esencial de nuestra subsistencia social, el más trágico de cuantos constituyen el presente del Ecuador.El mayor ámbito de descomposición en nuestra patria se halla en la educación; en él se dilapida, se roba y se traiciona al único ‘capital’ del que dependen el presente y el futuro del país, esa suerte de fortuna que, llamamos ‘talento humano’.
Amigo presidente: este título, acortamiento de ‘La risa, remedio infalible’, proviene de una sección muy leída de ‘Selecciones’, revista que coleccionaban felices en casas provincianas; va para usted, pues sabe que la risa es remedio y paliativo; que mirar la vida y sus acontecimientos con humor es una forma sana de lucha interior y exterior, contra los deslices de los enfermos de corrupción y exceso. Aunque sigamos asistiendo a una lejana y torpe bulla que nuestro sano sentido común nos impide escuchar, toda medida suya para castigar a los putrefactos y falaces se contrarrestará con la risa y la sonrisa buenas. Un día llegaremos a Bielorrusia, presidente, sé por qué se lo digo. Y como el humor es su fuerte, defiéndase con él, siga adelante y sienta, en cada decisión justa, el apoyo de los ecuatorianos de bien.
Francisco Carrión Mena, diplomático, escritor de opinión, hombre culto, titula ‘No es por la edad’ un artículo valiente a favor de los miembros de la comisión anticorrupción que han llevado una lucha frontal contra conatos, amagos o concreciones de enriquecimiento ilícito, de parte de tantos de los que sabemos o no…, afán que culminó en imputaciones vergonzantes, de las que, desde hace más de diez años, intimidan, saturan de amenaza y tristeza el ámbito mental e institucional del Ecuador.
Una rama seca de pino, que traje de mi caminata al borde del reservorio, cubre, sobre el aparador a la entrada de casa, las preciosas figuras de la Virgen y San José, de la Escuela de Legarda. Belleza y perfección de las imágenes bajo la simplicidad de una rama agostada: contraste lleno de armonía, único que cabe buscar en nuestras vidas.
¡Qué sabroso ‘quiteñómetro’ el de hace algunos domingos en este diario! Bien por Édgar Freire, el amigo librero y legendario. Ha reunido en numerosos libros las leyendas de Quito y esta etapa de su hermoso trabajo culminó, en El derecho y el revés de la memoria, (2005) publicado por el antiguo Fonsal, con estudio previo de la crítica y catedrática española María del Carmen Fernández, que sabe más de nosotros que todos nosotros, que escribió sobre Pablo Palacio el mejor y más completo estudio realizado hasta hoy en el Ecuador, tesis con la cual obtuvo el doctorado en Filología hispánica por la UNED (la conocida y exigentísima “Universidad de educación a distancia” española).
Con indignada sorpresa leí que la señora Susana Cordero se declaró autora confesa del cambio de la palabra montubio por montuvio.
Entre montañas y abismos traqueteaba el camión, con la paila enorme en que llevaban la casa, en viaje a la capital. En Azogues, un terreno grande, sucio y sórdido fungía de terminal y Salinas, el antiguo administrador de la hacienda del abuelo, se les acercó minucioso para apersonarse ante la ña Alicita; la Juanita, gorda, blanca, recibía a los niños soñolientos.